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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
1887 El año terrible de los compontes

1887 El año terrible de los compontes

José a. Mari Mutt– Durante las últimas décadas del siglo 19 los residentes de Puerto Rico estaban divididos en dos grupos principales. El bando conservador respaldaba incondicionalmente al gobierno y tenía entre sus miembros a la mayoría de los comerciantes y terratenientes españoles, particularmente a los más acaudalados.

El bando liberal favorecía un gobierno con mayores libertades y más autonomía para que los puertorriqueños tuviesen más injerencia en su gobierno y en su destino. El choque entre conservadores y liberales fue muy fuerte; los primeros acusaban a los segundos de ser separatistas, de querer exterminar a los españoles y de planear por medio de sociedades secretas una serie de incendios que afectaron negocios de españoles. Los conservadores recibieron con particular alarma la creciente popularidad del movimiento liberal y la fundación del Partido Autonomista en Ponce a finales en febrero de 1887.

Cuando el nuevo gobernador Romualdo Palacio llegó a la isla a finales de abril de 1887, los incondicionales se las arreglaron para convencerle de la gravedad de la amenaza autonomista y del creciente movimiento para separar a Puerto Rico de España. Convencido de la amenaza, Palacio se mudó a Aibonito y poco después dio comienzo una campaña de persecución contra autonomistas mayormente del suroeste de la isla.

Entre los municipios más afectados estuvieron Ponce, Juana Díaz, Sabana Grande, San Germán y Mayagüez. Durante esta campaña, la Guardia Civil (equivalente hoy a la policía) arrestó a decenas de autonomistas y les interrogó hasta que confesaran que pertenecían a sociedades secretas y delataran a otros miembros de las mismas. Como la gran mayoría de los arrestados no tenía información alguna de valor, las confesiones se extrajeron a menudo mediante el componte.

Entre las herramientas del componte se encontraban los insultos, las bofetadas, los puños, las patadas, el látigo, el amarre en la espalda hasta que se tocaran los codos, colgar a la persona del techo mientras se le golpeaba, aplicaciones de aros de metal que apretaban los dedos, inserción de palillos debajo de las uñas, apretones y torceduras de los testículos y amenazas de extirpar la lengua o de fusilar al interrogado.

José Oquendo- El 1887 fue un trágico año en la historia de Puerto Rico. Fue bautizado como el «Año Terrible» por muchos historiadores. En Adjuntas, más que en otros pueblos, se sintió la ofensiva violenta inicial contra todo lo que para el gobierno del general Romualdo Palacio significara oposición a la administración gubernamental.

El periodista, historiador y defensor de la emancipación, Francisco Mariano Quiñones, en sus «Apuntes para la historia de Puerto Rico» (1888), dejó impreso para la posteridad lo ocurrido en Adjuntas.

«Lo sucedido en Adjuntas, dejando aquello que por decencia debe quedar fuera de la historia, ocurre el primer caso de grande y fiera violencia, ocurrida al ras en lo más sagrado del domicilio contra hombres y mujeres, en el acto de aparentar que se iba ya con más indicios sobre descubrimientos de cómo conspiraba contra la patria. La farsa había empezado con el ridículo estribillo de siempre; pero aquel Alcalde que en ella figuraba, y aquellos voluntarios, y aquellos guardias, daban ya el corte de los que pronto iban a aparecer en el drama más vasto a costa de los desventurados hijos de Puerto Rico, entregados por el General Palacio al odio implacable del incondicionalismo. Por ser el primer «componte» ejercido en gran escala en la pacífica e indefensa provincia, transcribo aquí y a continuación entrego el relato del hecho tal cual apareció en las columnas de «La Revista» en los días 21 y 22 del mes de junio del año para nosotros funesto de 1887.»

Por su interés histórico, reproducimos a continuación los artículos que sobre los compontes fueron publicados por Quiñones en «La Revista».«

Lo de Adjuntas I

Ofrecimos dar cuenta en estas columnas de los atropellos cometidos en Adjuntas y de los cuales tiene conocimiento el Juzgado de 1ra. Instancia, ya vamos a cumplir nuestro compromiso.

Los autores de tales atropellos, según han declarado las víctimas que lo experimentaron, han sido los voluntarios, la Guardia Civil, la de Orden Público y el Alcalde.

Primero una «ranchada» tenida por la compañía de voluntarios en la casa del señor Caballero, luego una cuestión personal entre un dependiente de la casa del señor Maldonado y un voluntario han dado origen de que allí, los llamados a respetar y hacer que las leyes se cumplan, los que deben conservar el orden inalterable, sin permitir que por nadie se cometan abusos ni menos cometerlos ellos mismos con extralimitaciones de facultades que aperjan gran responsabilidad, hallan sido los verdaderos promovedores de los sucesos que vamos a relatar, oídos de los mismos labios de los vecinos Pelegrín Desalden, Carlos Luciano y Nicomedes Clar, que han sido víctimas de los atropellos.

Al volver de la estancia del señor Caballero la compañía de voluntarios para dirigirse a la población y al pasar por enfrente de la casa del señor Callejo, parace que un cabo de aquella, cuyo nombre es Lorenzo Escandón, que es a la vez Juez Municipal de Adjuntas, oyó exclamar a un compañero suyo que: «en Adjuntas no había vergüenza.»

Quiso enterarse el tal cabo de la causa porque había emitido el expresado concepto su correligionario y tomó luego a la casa del señor Callejo, donde averiguó que un hermano político de éste, un tal Antonio Gracia, por motivo de haber sido atropellado por aquél, llamado Faustino Morales, le había dado un bastonazo.

Montado en cólera el cabo se dió a buscar a Gracia, y no hallándolo enseguida en la casa del señor Callejo, practicó un minucioso registro en esta por todas partes, hasta en la alcoba de la esposa del señor Callejo, sin lograr su objeto.

Después de haber llegado al pueblo la compañía de voluntarios y concluída la formación, uno de estos bravos que se hallaba en la tienda del señor Maldonado, provocó una disputa con el dependiente y los oficiales cos sus espadas, tomando de esta manera cuerpo el escándalo.

El Alcalde ordenó a los curiosos que presenciaban el suceso de que se retirasen de la tienda; todos estos vecinos pacíficos, incapaces de alterar el orden por ningún concepto, no rezando, por supuesto, su determinación con los voluntarios.

Un tal Pelegrín Desalden, que no se retiró tan aprisa como quería el Alcalde, fue objeto de empujones y violencias, al extremo de que este infeliz le observase a dicha autoridad que él estaba dispuesto a retirarse, y que no consideraba justo que se le atropellase en la forma en que lo hacía.

La cólera del Alcalde llegó entonces a su colmo. Dióle de bastonazos en la cara, estropeándole los labios; los voluntarios le descargaron unos cuantos culatazos, y golpes en la boca con los fusiles, llevándole a la cárcel, como también a los vecinos señores Andrés C. Vargas, Dr. Reyes Ortiz, Francisco Medina, Ramón Mercado, Severo Rosario, José María Vázquez, Juan Rodríguez, José María Quiñones, José Elena Rosado, Juan Cordovez y Víctor Pérez.El Desalden en la cárcel fue rodeado de fusiles y bayonetas por la Guardia Civil,el Orden Público y voluntarios, como si se dispusieran a fusilarlo, todo esto con objeto de amedrentar el pobre detenido para que hiciera revelaciones , y mostrar el poder con que estaban investidos tales agentes de la autoridad.

El Alcalde era el jefe que presidía tal hazaña.

Antes de haber conducido a la cárcel al Desalden, con motivo de no haberlo hallado en su casa, prendieron a su esposa y la trajeron a la cárcel, quien al ver el aparato de fuerza y las violencias con que trataban a su marido, dió voces temiendo por la vida de éste, recibiendo el consuelo de un empellón que le dió el sargento Aparicio, empellón que le hizo rodar por el suelo con su hija de pocos meses que llevaba en brazos, y la que al caer, sufrió una herida en la frente.

El médico titular señor Caballero, reconoció los golpes que le habían sido inferidos al Desalden, según este aclara.Ahora vienen otros hechos, independientes, de los que dejamos expuestos, también de mucha gravedad y de los que nos ocuparemos mañana.»

Lo de Adjuntas II

He aquí otros hechos en este pueblo, que parece que se halla bajo el poder de aquel terrible consejo de la República de Venecia.

El vecino Laureano Sobá, que se hallaba en esta ciudad (Ponce), envió a Adjuntas a su peón Nicomedes Clar, en busca de algunos documentos que debía presentar a su abogado. Llegó a la casa de su principal por la tarde, y como a las 10 o las 11 de la noche tocaron a la puerta de dicha casa el Juez Municipal, el Alcalde, el Sargento de Guardia Civil y dos parejas de este mismo cuerpo, Guardias de Orden Público y Don José Aparicio, Capitán de Voluntarios, Don Jaime Seguí, cabo 2do. y soldado Luciano Rodríguez. Franqueada que les fue la entrada a toda la gente, penetraron en la casa, ordenando el Alcalde que fuese conducido a la cárcel el Clar, así como otros individuos que se hallaban entregados al reposo.

Pocos momentos después, volvieron con Clar a la casa del señor Sobá, y le exigieron a su señor, por medio de amenazas, que le entregase los documentos y cartas y llaves de los baúles para practicar el registro. Negóse la señora a obedecer semejante orden, y entonces le ataron las manos con esposas, abriendo con las llaves que portaban papeles, ajenos en absoluto a todo asunto político.

Después de esto dejaron libres los miembros de la inicuamente esposada, conduciendo de nuevo a Clar a la cárcel.

Transcurrieron pocos instantes de haberse verificado esta escena inquisitorial, una pareja de la Guardia se presentó en la cárcel sacando de ella a Clar y conduciéndole a una lugar denominado «La Playa».

Allí le ordenaron que hiciese alto y que se retirara a cierta distancia, vuelto de espaldas, simulando que le iban a fusilar, si bien prometiéndole que le perdonarían la vida si revelaba lo que paraba en casa de Sobá, quienes eran los que estaban dispuestos a promover la revolución y dónde estaban ocultas las armas.

La pobre víctima de todo este aparato de fuerza, de este simulacro de fusilamiento, ignorante de cuanto se trataba de inquirir de él, firme de protestar de su inocencia y en continuar negándose a hacer las falsas revelaciones que le exigían, fue objeto entonces de despiadado castigo, en cuyo cuerpo, todo lleno de contusiones hemos tenido ocasión de ver, huellas indesmentibles del «componte», que le fue aplicado, sistema bárbaro y propio de inquisición, del que más de una vez se ha ocupado la prensa de la Península, de Cuba y de esta Isla.

Luego de haber experimentado ese infeliz tales torturas y vejaciones, que parece mentira que se cometan en ningún país civilizado donde exista la administración de justicia, fue llevado por toda la población, siempre al compás de los golpes que le aplicaban, semejando una escena de las frecuentes que se observan en el imperio de Marruecos.

Vista, al fin, la inutilidad de estos rigores, que nuestras leyes condenan en lo absoluto, aún ejercidos con los criminales , fue puesto en libertad, viniendo a todo correr a Ponce con el propósito, que ha cumplido, de poner en conocimiento del Juzgado el atropello de que fue víctima.

Casi igual, idéntico aparato de muerte, las mismas averiguaciones sobre motines y conspiración, y semejante castigo le fueron aplicadas el vecino Carlos Luciano, quien así lo ha declarado ente el Juez.

Cuanto dejamos expuesto, se nos ha comunicado personalmente por los interesados, apresurándonos nosotros a ser ecos fieles de sus quejas, que obran en conocimiento del Tribunal competente.

Y conste que nos proponemos que estos asuntos tengan debida resoancia en la Representación nacional, porque allí debe conocerse lo que ocurre en esta tierra pacífica, digna de ser mejor tratada por su acendrado españolismo.»

No sabemos el destino final de estas víctimas de la crueldad de las autoridades. Ciudadanos de Ponce, Juana Díaz, Yauco, Guayanilla, San Germán, Sabana Grande, Mayaguez, Lajas y otros pueblos, sufrieron en carne propia la violencia institucional que bajo la administración del General Palacio, llegó a llamarse «componte».

Prof. Rosa– El año 1887 es un año de recuerdos negativos y de oscuridad para la historia puertorriqueña. Este año se le conoce hoy día como “el año terrible del 87”. El gobernador de la isla Romualdo Palacios fue el responsable de estos malos recuerdos. Los puertorriqueños autonomistas deseaban un mayor poder político y economica para el país pero España se hizo de los oidos sordos y envió a la isla un gobernador déspota que controlara las quejas y protestas de los puertorriqueños. El pueblo autonomista creó una serie de boicots que se le llamó la “Boicotisadora”, en donde perjudicaban a los comerciantes españoles. Una de las maneras que los perjudicaban era no comprándole sus productos.

El gobernador para castigar a los que realizaban este tipo de actos y otros como reuniones secretas para unas nuevas revueltas en el país estableció una serie de torturas llamadas los “Compontes”. Su intención era lograr desmoralizar a los líderes autonomistas y acabar con la ideología en contra del gobierno español. Claro está no lo pudo lograr.

Ivonne Acosta Lespier- La Boicotizadora fue una sociedad secreta que surgió a fines de 1886 y cuya existencia se conoció luego de la fundación del Partido Autonomista en Ponce en marzo de 1887. El objetivo principal fue detener la expansión económica española a favor de los comerciantes puertorriqueños mediante el sistema del boicot. Ha sido uno de los movimientos pacíficos más radicales, abarcadores y efectivos en toda nuestra historia como pueblo. También es el menos estudiado y me atrevo a decir que casi nunca se incluye en los cursos de Historia de Puerto Rico.

La idea del boicot fue originada en Irlanda en 1880 por Charles Stewart Parnell con el Irish Landubeague (Liga de la Tierra) para “rescatar la tierra de la posesión de los grandes terratenientes ingleses para beneficio de los irlandeses”. Parnell recomendó que se castigara severamente a todo irlandés que se atreviera a alquilar una finca de la que hubiese sido desahuciado otro irlandés. El primero en ser castigado fue el Capitán Boycott y de ahí surge la palabra. ¡Una de tantas instancias en nuestra historia en que Irlanda ha tenido influencia!

El historiador Lidio Cruz Monclova describe en detalle todo lo relacionado a la Boicotizadora. Dice que los seguidores de la sociedad secreta se juramentaban para : (1) hacer sus compras solamente en establecimientos pertenecientes a puertorriqueños aun cuando tuvieran que pagar más cara la mercancía que en las tiendas españolas, (2) no hacer negocios donde no empleasen puertorriqueños y (3) si eran agricultores venderle sus productos solamente a miembros de la sociedad secreta.

La Boicotizadora se extendió por todo Puerto Rico y se conoció por varios nombres. Hay quien piensa que fueron varias las sociedades secretas pero pueden haber sido diferentes cédulas del mismo movimiento. Los dos nombres más conocidos son :

• “La Torre del Viejo” (como antiguas sociedades secretas en España),
• “Los Secos” (para distinguir a los criollos o nacidos en la Isla de los nacidos en España, llamados “mojados” porque habían tenido que cruzar el Atlántico)

Los miembros se comunicaban mediante contraseñas, todo se transmitía oralmente y estaba prohibido escribir sobre la sociedad. No se conoce quiénes fueron los fundadores pero sabemos que la misma surgió en la asamblea de Aibonito de 1886. Este dato lo aporta el historiador Germán Delgado Pasapera en el libro Puerto Rico: sus luchas emancipadoras (cuya lectura recomiendo), quien también asevera que la Torre del Viejo no era una simple liga económica sino además una organización para adelantar la independencia. Dice Delgado Pasapera que los miembros de la Torre del Viejo aprovecharon la reunión de tantos criollos en marzo de 1887 en Ponce para reclutar adeptos entre los participantes a la asamblea. Menciona entre otros iniciados nada menos que al doctor José Celso Barbosa (quien firmaba sus escritos años después como “el Viejo de la Torre”).

Una vez fundado el nuevo Partido Autonomista en el Teatro La Perla, la sociedad secreta se propagó por toda la Isla con un gran entusiasmo y éxito, integrándose artesanos, campesinos y jornaleros. Hubo un aumento en ventas en comercios de puertorriqueños mientras por donde quiera aparecían ventorrillos propiedad de boricuas. 

Los comercios españoles sufrieron una merma considerable en ventas porque los boricuas cumplieron con el boicot. Al sentirse afectados en su bolsillo los incondicionales lograron que los grandes almacenistas se les unieran exigiendo pago de deudas de inmediato a los comerciantes boricuas. El resultado fue que, de acuerdo a Delgado Pasapera, los más radicales entre los de la Boicotizadora recurrieron a medidas más violentas y se produjeron incendios en casas comerciales propiedad de incondicionales.

La prensa conservadora puso el grito en el cielo y empezó a acusar de los incendios a los autonomistas mientras los líderes incondicionales (Pablo Ubarri entre otros) no salían de Fortaleza exigiendo acción al Gobernador. Aunque el recién fundado Partido Autonomista intentó permanecer neutral ante este movimiento abarcador, lo cierto es que la mayoría de los integrantes de la Boicotizadora eran de ese partido. Como quiera, para las autoridades los autonomistas eran de la sociedad secreta aunque no lo fueran.

El gobernante de turno, el General Romualdo Palacio, acababa de llegar a Puerto Rico cuando de inmediato los incondicionales le advirtieron de la amenaza que representaban los autonomistas detrás de estos acontecimientos. Palacio pidió informes a los alcaldes de toda la Isla y es bien interesante la descripción que hicieron sobre lo que veían en sus respectivos pueblos. Los alcaldes informaban sobre: reuniones secretas (Juana Díaz);discursos en que líderes como Matienzo Cintrón y José de Diego decían que los puertorriqueños tenían derecho a gobernarse a sí mismos (San Germán); líderes como Agustín Stahl que eran «asquerosos reptiles» (Bayamón); que los autonomistas eran en su mayoría negros y de clase artesana o jornaleros (Arroyo); el peligro de que a los campesinos se les «ha inculcado odio contra los peninsulares con ayuda de los corsos extranjeros» (Yauco, Juncos y Río Grande); el joven poeta y comerciante Luis Muñoz Rivera que era el jefe del grupo autonomista en su pueblo (Barranquitas).

Como resultado de los informes el General Palacio pidió a Madrid que le aumentaran la temida Guardia Civil y para el 15 de agosto se trasladó de la Fortaleza a la mansión de un incondicional en Aibonito a fin de estar más cerca de los lugares donde mayor concentración había de autonomistas.

Lo que sucedió a los pocos días convirtió al 1887 en el “año terrible” y en gran medida le costó a España la adhesión y lealtad de los puertorriqueños en el área sur once años después

La Boicotizadora tuvo efectos muy negativos para los negocios españoles y la reacción de sus dueños fue intentar aplastar a los comerciantes puertorriqueños negando el crédito.  Un grupo de los más radicales entre los del boicot procedió a quemar almacenes de incondicionales españoles.  Como resultado, tan pronto llegó a Puerto Rico el 23 de marzo el nuevo gobernador, General Romualdo Palacio, los incondicionales se presentaron en La Fortaleza a exigir que se castigara a los autores de dichos incendios que ellos identificaban como autonomistas.  Tanto insistieron y tan caldeada se puso la situación que el General Palacio en agosto decidió mudarse de San Juan al pueblo de Aibonito, a la casa del alcalde incondicional José María Escalera.  De esa forma estaría cerca de los lugares donde mayor concentración de autonomistas había: los pueblos del sur empezando con Juana Díaz.  En esa casona en Aibonito (que me gustaría saber si existe todavía) se empezaron a dar fiestas y banquetes y se le decía la pequeña Fortaleza.  Pero sobre todo se convirtió en la sede de la persecución sistemática del “enemigo” que eran los autonomistas, no importaba si fueran o no de la Boicotizadora.  Y como siempre ocurre, mucho de lo que se anunciaba como delitos cometidos, era puro invento de los propios conservadores e incondicionales. 

En efecto, no bien instalado el General Palacio en su nueva fortaleza aiboniteña, el alcalde incondicional del pueblo de Juana Díaz que era acérrimo enemigo de los liberales, autonomistas o cualquiera que no fuese incondicional a España, dio aviso de incendios y crímenes en su pueblo.  Como si estuviese planificado, Palacio procedió de inmediato a ordenar tropas de la Guardia Civil de Ponce hacia Juana Díaz y en una noche procedieron a arrestar a 80 personas llevándolas atadas hasta la hacienda del incondicional Gallart y luego a la cárcel de ese pueblo. 
A esos arrestados fue a los primeros que se le aplicaron las torturas conocidas como el componte.  La palabra venía de Cuba donde se torturaba a los insurgentes para que se “compusieran”.  Como siempre ocurre cuando se aplica la tortura, la verdad sale o se inventa y así se enteraron de que había una sociedad secreta llamada “Los Mojados” (que eran los españoles mientras que los de aquí eran “Los Secos” porque no habían cruzado el mar) y lo que pretendían hacer.  De inmediato Palacio ordenó que se constituyera en Juana Díaz una Comisión o Tribunal Militar para darle carácter de insurgencia al asunto.  Los arrestos siguieron, lo mismo las torturas,* abarcando abogados, médicos, maestros, músicos, escritores, periodistas, agricultores, comerciantes, industriales y jornaleros.  La prensa incondicional, sobre todo el Boletín Mercantil, se encargaba de exacerbar los ánimos y de meter miedo. 

El 22 de agosto fue arrestado Román Baldorioty de Castro, presidente del recién fundado Partido Autonomista junto a otros de la directiva quienes fueron llevados a Juana Díaz.  Estos arrestos provocaron un escándalo y la prensa autonomista decía que se actuaba en la isla como si se hubiera declarado un estado de sitio. Tanto fue el alboroto mediático que la Audiencia Territorial intervino y se ordenó liberar a Baldorioty y otros presos de Juana Díaz.  La reacción de los incondicionales fue la de imponerle multas a los periódicos autonomistas y Cruz Monclova revela que una mujer, Juana Vega, se atrevió a recoger dinero para pagar esas multas.  La reacción de Palacio (Cruz Monclova sugiere que bajo los efectos del alcohol) fue reanudar la persecución con más fuerza. Esta vez se dirigieron los Guardias Civiles para hacer arrestos y compontear a autonomistas en Ponce, Guánica, Salinas, Santa Isabel, Utuado, Adjuntas, Naranjito, Juncos, Aguas Buenas, y hasta Humacao.  En una segunda persecución se incluyó a Yauco, Naguabo, Guayanilla, San Germán, Lajas, Sabana Grande y Mayagüez. En esta ciudad el suicidio de un joven músico de apellido Defilló y la carta que dejó aumentó la indignación en toda el área.

Los jefes autonomistas decidieron entonces dar a conocer la situación de terror en Puerto Rico al gobierno español y como el General Palacio había prohibido la comunicación por cable, se encomendó a Baldorioty y a Ramón Marín Solá que intentaran salir en secreto para España. Fueron detenidos y arrestados.  Hubo entonces un intento de calmar la situación por parte de ciudadanos ponceños quienes le propusieron a los líderes autonomistas que se suspendería todo el proceso en su contra si aceptaban eliminar la autonomía de su programa de partido. Esta proposición fue rechazada de plano por los autonomistas y por su parte Baldorioty de Castro dijo lo siguiente: 

“Antes subiré al patíbulo que firmar esa indignidad. Cuando salga de este encierro, si es que salgo, continuaré predicando la autonomía, y si los hombres temen, la predicaré a las mujeres”.

 El General Palacio procedió entonces a ordenar lo que colmaría la copa y le costaría su puesto: el traslado de Baldorioty de Castro y 15 otros líderes autonomistas nada menos que al castillo del Morro en el Viejo San Juan.

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