
Albizu Campos: dos cartas
Carta al Lcdo. Eugenio Font Suárez
El tiempo, 31 de mayo de 1930, pág. 1, 4., San Juan, P.R. 28 de Mayo 1930- Lcdo. Eugenio Font Suárez, San Juan, Pto. Rico.
Mi querido amigo:
Es la hora de decisión. El país ordena a todos a entrar en lucha inmediata. Al individuo y a las agrupaciones políticas impone compromiso que requiere sacrificios inaplazables.
No basta declararse en favor de la independencia nacional. Esa declaración en un programa de partido no es suficiente. Forzoso es comprometerse públicamente con medidas específicas para dar al traste inmediatamente con este coloniaje que nos tritura.
La paciencia de nuestro dolido pueblo está agotada. Si hemos de consignar en un programa político la demanda de independencia para después dedicarnos a la lucha por los puestos coloniales, que se abra la tierra y nos trague a todos.
Por eso, el Partido Nacionalista se ha comprometido ante la nación, en la forma más solemne, a celebrar la convención constituyente de la república de Puerto Rico, tan pronto reciba el sufragio de las mayorías.
Grato es ver el resurgimiento del espíritu de pelea en todos los sectores. Saludamos a la avanzada que surge en la “Unión de Puerto Rico”.
Esperamos ver el espíritu patriótico revelarse con igual brío en los otros partidos políticos. La renovación es general.
Pero no olvidemos el lema: Acción inmediata.
Lo felicito por el brillante documento que en forma de carta dirigida a este su amigo, como Presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico, acaba usted de lanzar a la publicidad.
No necesitaba Ud. dar explicaciones.
Así lo habrá entendido todo el país. Su patriotismo, su amor a la causa del Maestro de Diego son de todos conocidos. Le anima el valor del convencimiento vivido y la consagración a la libertad de la patria.
Agradecido por su cordialísima estimación,
Le abraza su amigo y S.S.S.,
Pedro Albizu Campos, Presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico
Carta a José Lameiro: No hay nacionalismo fuera del Partido Nacionalista
El tiempo, 23 de mayo de 1930, pág. 1, San Juan, Puerto Rico, Julio 17 de 1930
Sr. Don José Lameiro. San Juan, de Puerto Rico.
Distinguido amigo y correligionario:
Hemos recibido últimamente varios barcos cargados de “patriotas”, todos comisionados para varios propósitos en Estados Unidos: para pedir limosna, para hacer extensivas a Puerto Rico todas las leyes de aquel país, para acabar con la asociación de Maestros de Puerto Rico, para destruir nuestra cultura, para respaldar la política del gobernador colonial y así congraciarse con el poder, y para convertirnos en instrumentos yanquis en el servicio diplomático y consular de aquel país en su invasión sistemática de la América Latina.
Todos estos señores requieren rehabilitación física después de tamaño esfuerzo. La patria oportunamente no se la negará.
A ninguno se le ocurrió decir en Estados Unidos que nuestra única necesidad es Independencia para resolver nuestros propios problemas; que tenemos capacidad y recursos naturales abundantes para atender como es debido a nuestra Nacionalidad.
La única necesidad es Independencia para poder dominar la invasión del capital latifundiario invasor, y sofrenar la insolencia de los bancos extranjeros que quieren acabar con nuestra riqueza, para proteger a nuestros obreros contra la explotación invasora y para regular nuestro comercio por medio de tratados que a nosotros convengan. En una palabra, para terminar con el acaparamiento de todos nuestros recursos e imponer mejor distribución de ellos que permita a nuestros ciudadanos vivir una vida decente en armonía con las exigencias de la civilización contemporánea para que nuestro pueblo pueda llegar al completo desarrollo de su vida espiritual y física.
Pero no. Estos comisionados vienen ufanos de las sugerencias que al poder brindan para que nos aniquile completamente, dándole oportunidad de hacer aparecer su obra demoledora como acto de suprema caridad.
Repiten como papagayos el lenguaje ya gastado del maestro yanqui que ocupa la fortaleza.
¿A los cipayos no se les podía ocurrir otra cosa?
Viene su carta de adhesión a nuestro partido publicada recientemente en “La Correspondencia”. Tiene usted orientación verdadera. Su carta rechaza esa ola de sometimiento.
Deja usted atrás el liberalismo unionista. Saludamos, con entusiasmo, cuando se inició ese esfuerzo de renovación. Anhelamos que llegue el día que todos los partidos políticos consignen en su programa como único anhelo la Independencia de su Patria.
¿Cómo no alegrarse de que ese partido se abroquelara al ideal exclusivo de Independencia y se dispusiera a adoptar la táctica Nacionalista de acción inmediata contra los usurpadores de nuestro derecho a la vida de Nación Libre?
Pero hemos visto, como usted, que a esa juventud Unionista sólo le espera una tremenda derrota. Es cierto que algunos prominentes directores le brindan su adhesión, pero la mayoría de los influyentes la tienen decisivamente en contra. Hay quien se apresura a solidarizarse en estos mismos momentos con lo más incondicional existente.
Frente al derecho supremo de la Independencia se oye, a estas alturas, la cantinela de la autonomía.
¿Es acaso posible un régimen autonómico bajo la bandera de Estados Unidos? Su constitución ignora tal solución política.
O Puerto Rico opta por su derecho inalienable a la Independencia o se extingue voluntariamente en una provincia yanqui, “estado”, o padecerá indefinidamente el presente régimen territorial de absoluta irresponsabilidad ante los gobernados.
No puede compararse ningún régimen autonómico con la Independencia, pero hay quien todavía acepta de antemano y voluntariamente, las restricciones que sólo se toleran cuando la fuerza las impone.
No hay Nacionalismo fuera del Partido Nacionalista.
¡A sus filas los que amen la Independencia de la Patria!
Presionemos a los enemigos de nuestra liberación a que formen su bloque anexionista para que carguen solos con la responsabilidad histórica de haber hecho todo a su alcance para acabar con la personalidad de su propio país, y así hacerse graciosos con un invasor que, si bien los utiliza, siente por ellos profundo desprecio.
Suyo en la causa,
Pedro Albizu Campos
Comentario:
Las cartas incluidas representan el entusiasmo que caracterizó el momento de la elección de Albizu Campos a la Presidencia del Partido Nacionalista.
La carta a Eugenio Font Suárez esboza la idea de la “acción inmediata” con el fin de revisar el “Nacionalismo Ateneísta” e intelectualizado que, según Albizu Campos, dominaba a la organización política antes de su ascenso al cargo. El argumento está dirigido al Partido Unión de Puerto Rico, luego Liberal Puertorriqueño, encabezado por Antonio R. Barceló, del cual se esperaba atraer militantes. El principio de que una “declaración” sin “comprometerse públicamente” no es aceptable, es propia de partidos revolucionarios en ascenso caracterizados por el optimismo. El rechazo a los métodos electorales y el colaboracionismo con el imperio era evidente en la frase que censura “la lucha por los puestos coloniales”. Pero la cuestión electoral no estaba resuelta entonces. El Partido Nacionalista participó en las elecciones de 1932, como se sabe. El mecanismo de liberación del coloniaje se esboza en el campo jurídico: la “convención constituyente”. El tono jurídico que recuerda el lenguaje de la Revolución Francesa, me parece evidente.
La carta a José Lameiro tiene el valor de que esta figura fue la “mano derecha” de Albizu Campos en el proceso de afirmación de la línea radical en la organización hasta su expulsión del partido en 1935 en medio de un escándalo político. El documento abre con una queja contra la administración de Theodore Roosevelt (1929-1932) en medio de la crisis de la Gran Depresión y los adelantos del Nuevo Trato en la isla. La evaluación de Albizu Campos es importante para comprender después su renuencia a apoyar el proyecto del presidente Franklyn D. Roosevelt. Su argumentación era eminentemente moral: la “ayuda” estadounidense es una forma de “mendicidad” que devaluaba a quien la recibía.
La Autonomía que numerosos sectores apoyan en aquel momento, significaba Independencia y soberanía bajo España. Pero el mismo argumento no era aplicable para la relación con Estados Unidos. La razón es también jurídica: “su constitución ignora tal solución política”. La autonomía en el contexto de un régimen monárquico y en el de una república federal no son la misma cosa.
La táctica de Albizu Campos parece dirigida a polarizar el debate político estatutario. La disolución de un “centro” conducirá a los políticos de oficio hacia la alternativa de la “anexión” o la de la “independencia”. La fragilidad de Partido Unión de Puerto Rico, luego Liberal Puertorriqueño, dejará un solo medio para conseguir la “independencia”: el Partido Nacionalista. La crisis económica tuvo efectos distintos de los esperados por Albizu Campos. Por un lado, empezó a moderar a los liberales independentistas y, por otro, abrió el camino para la victoria de la Coalición Puertorriqueña en 1932 con un programa abiertamente estadoísta.

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