Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Aunque no puedo argumentar que es una costumbre netamente puertorriqueña, no creo haya un puertorriqueño que no haya aplaudido cuando el avión de su vuelo toca tierra, o que al menos lo haya presenciado.
Para algunos es una pésima costumbre, mientras que otros la consideran una señal de agradecimiento. Unos aplauden eufóricos mientras los otros tildan de «jíbaros que nunca se habían montado en un avión a los que aplauden»
Los aplausos han sido objeto de numerosos estudios por sociólogos y psicólogos.
En una reciente encuesta realizada entre 40.000 pasajeros de múltiples nacionalidades, el 13% respondió abiertamente indicando que les gustaba aplaudir cuando su avión tocaba tierra, mientras que el 87% restante se declaraba “anti” aplausos.
Lo cierto es que esta costumbre se remonta hasta el año 1948, fecha en la que aparecía por primera vez una reseña por escrito relatando los aplausos recibidos por la tripulación de un avión de American Airlines.
Ocurría en el aeropuerto de la ciudad de Cincinnati, después de que el aparato estuviese sobrevolando la misma por un espacio de tiempo superior a la media hora, tras constatar que el tren de aterrizaje no se había desplegado.
Finalmente, y tras muchos minutos de tensión a bordo, los pilotos pudieron solucionar el problema, tomando tierra con absoluta normalidad, lo que provocó una sonora ronda de aplausos por parte de los 40 pasajeros que ocupaban la cabina.
Durante los años 50, en los vuelos hacia y desde los Estados Unidos y por qué no incluir todas las partes del mundo, los aplausos en el momento del aterrizaje eran una norma común acaso como un elemento de integración, o como la sensación de alivio de determinados pasajeros cuando llegan a su destino, enviando a los pilotos de la nave su agradecimiento por haberlos llevado sanos y salvos a su destino.
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