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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.

Carta a mis lectores

Por Eliut González Vélez

Saludos.  He considerado y sigo considerando como un privilegio poder exaltar el nombre de mi pueblo, San Sebastián del Pepino, a través de mis modestas investigaciones y artículos.  Mucho mayor privilegio es tener a un público selecto, como ustedes  que lee mis escritos sobre San Sebastián del Pepino. Qué privilegio.

Bueno, soy un producto de este pueblo, de San Sebastián del Pepino. Tengo una gran deuda con el pueblo en el que nací. Nací en Guacio.  Deuda mayor al pueblo que me crió y me formó, El Pepino.  Mis sentimientos  más primordiales fueron cincelados por los valores y  el ambiente pepiniano de aquella época, 1950-1970.    Me crié  viendo el verdor oscuro de aquellas montañas y  colinas de donde colgaba el coy (cuna tipo hamaca) de  Las Vegas  del Culebrinas y del Guatemala.

Tablastilla fue el taller donde se plasmaron muchas inquietudes culturales, cuyos portavoces de la época eran  Carmelo, Navel, Joaquín,  Ramón y Fidel. Dediqué los primeros años de mi juventud  al quehacer religioso entre los pentecostales.  Nuestro mensaje era uno moralizante. Me parece que no hubo un rincón de este pueblo a donde no lleváramos el Mensaje del Evangelio. Reuniones por las casas, reuniones al aire libre, reuniones en el parque de pelota, en el caserío,  en la barriada y en donde quiera.  Todavía consideramos este quehacer como la razón de nuestra existencia.

Para el 1979 me traslado a Santa Ana, California,  en busca de ampliar mi bagaje teológico y llegar a las raíces de la fe cristiana. Aquí es  donde tengo contacto con el escritor pepiniano Carlos López Dzur.  Habíamos perdido el contacto después de haber terminado la escuela superior.  Pero cerca de 1982 tengo el privilegio de hospedarlo y escuchar de él sus inquietudes literarias sobre El Pepino. Los diálogos con Carlos  despiertan inquietudes literarias en mí y lo he tomado como paradigma en la investigación y escritura  histórica. De ese despertamiento literario han surgido varios escritos  de los cuales,  La Fundación De Las Vegas Del Pepino, se publica en capítulos en este portal.

Este libro sobre La Fundación De Las Vegas Del Pepino, cuyos capítulos van siendo publicados por mi hermano Lionel Valentín en este portal, es el libro que nos lleva al tiempo más remoto de la existencia de El Pepino.

  1.  Pienso que es una pieza documental que los maestros deben utilizar en su enseñanza sobre la historia de El Pepino con sus estudiantes
  2. Sirve para mitigar las ansias de los adultos pepinianos de conocer su  más remoto pasado.
  3. Creo que puede ser utilizado como registro de la búsqueda por   aclarar       los orígenes de El Pepino. Hoy, El Pepino cuenta con una investigación    de su más remoto pasado.
  4. Este libro aporta fechas muy importantes en la historia de nuestro pueblo que un futuro deben ser incluidas como fechas efemérides en nuestro calendario festivo municipal.
  5. También  creo que en el futuro tendremos investigadores de historia pepiniana, que con  más recursos económicos e invetigativos  podrán  visitar los archivos españoles y tener una historia pretérita municipal  más al detalle. Es mi esperanza.

Quiero felicitar y encomiar a los lectores que   se han acercado a estas modestas investigaciones sobre el pasado de nuestro pueblo.  Quiero agradecer vuestro  apoyo de leer  nuestra historia publicada en el portal ssdel pepino, consignando que les ha gustado el escrito y reenviando el escrito  a otros amigos.

Sobre todo, agradezco a Lionel Valentín, quien es añasqueño de nacimiento y pepiniano por adopción,  su gesto encomiable, de abrir y mantener este portal cibernético para difundir las pepinianidades al mundo entero y darme oportunidad de publicar mis trabajos en él.

Termino con el siguiente pensamiento: aunque ausente de mi lar nativo, mi pepinianidad, como la de ustedes, es incuestionable. Es mi estilo de pensar, de ver y de apreciar, es mi estilo de  vivir en el planeta tierra y entre los grandes y pequeños de la tierra. Hay algo interior incontenible e inexplicable,  que sea estemos lejos o estemos  cerca, nos arrastra y nos  lleva al terruño pepiniano.

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