
Comienzos de la agricultura europea del Azúcar en Puerto Rico
Originalmente todas las tierras conquistadas por españoles en América eran “del Rey”. Dichas tierras sólo podían ser repartidas por el Rey y sus delegados. Se concedían esencialmente como tierras agrícolas con el propósito de premiar o recompensar servicios militares o de otra índole a la Corona y estimular el arraigo de conquistadores y colonizadores. En Puerto Rico, el acaparamiento de tierras comenzó en el siglo XVI, beneficiando primero a conquistadores, oficiales, mineros y regidores. Entre 1516 y 1521, el cabildo de San Juan aprobó una ordenanza autorizando la concesión de asientos para hatos ganaderos. Los cabildos no tenían facultad legal para conceder tierras, pero de hecho otorgaron.
A pesar de que los españoles conocían técnicas agrarias más avanzadas, al colonizar las Antillas prefirieron adaptar las prácticas indígenas. El sistema de producción agraria taína se caracterizaba por predominio de la roza con barbecho corto y el uso del palo de sembrar, de nombre indígena coa. Se seleccionaba generalmente un llano cerca de un arroyo y se procedía a reunir tierra suelta en montículos o montones (Fig. 5a), para luego plantar en ellos esquejes o semillas con la ayuda de la coa. El terreno blando del montón favorecía el crecimiento de la misma forma que si se hubiera arado. Cuando tras unas cuantas cosechas menguaba la productividad del terreno, preparaban otro lugar. Al cabo de unos años volvían a reacondicionar y reutilizar terrenos previamente abandonados, pues estos habrían recobrado su fertilidad. Moscoso cita un inventario del Siglo XVI de una estancia en la ribera del Río Bayamón como prueba de que al menos algunos propietarios usaban arados con puntas de hierro en algunas tierras. Sin embargo, las principales siembras de la estancia se describen en montones, por lo que puede ser que las citadas cuatro “rejas” hayan sido importadas y luego descartadas, o que se usaban para romper la tierra para usarse en los montones, no para hacer surcos.
Dada la mayor productividad del terreno arado, alguna circunstancia particular ha de haber mediado para que no se usara extensamente esa tecnología en el Puerto Rico de la época por agricultores que sí lo usaban en su tierra natal y conocían sus ventajas. Eso puede haberse debido a que la mayoría de los terrenos usados se habían hecho disponibles a la agricultura por medio de tala y quema de sus árboles, y han de haber tenido tantas raíces a flor de tierra que era impráctico ararlos con bueyes tirando de un rústico arado de madera aunque éste hubiera tenido una punta de metal (Fig. 5b). Además, otra ventaja del arado, el permitir más cosechas en un mismo terreno antes de que éste se agotara, perdía atractivo ante la gran disponibilidad de terreno virgen.

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