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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Congreso Pro-Independencia: Proclama de 1943

Congreso Pro-Independencia: Proclama de 1943

Mario R. Cancel-Sepúlveda– El Congreso Pro Independencia de Puerto Rico, integrado por delegaciones procedentes de todos los municipios del país, declara que es el derecho y la voluntad del pueblo de Puerto Rico constituirse en pueblo libre y soberano, dentro de una estrecha colaboración política y económica con las demás naciones de América, y en paz y fraternidad con todos los pueblos democráticos del orbe.
En cuatro siglos bajo la égida de España, la Nación Madre, descubridora, misionera y colonizadora del Nuevo Mundo, Puerto Rico logró formar su personalidad de pueblo, dotado de una cultura, una fe, una tradición y una historia. En cuarenta y cinco años derelaciones con los Estados Unidos, Puerto Rico ha mantenido vigorosamente su personalidad y su cultura fortaleciéndolas bajo la influencia de las ideas democráticas, y ha enriquecido la nacionalidad en sus aptitudes para el gobierno propio, en sus capacidades administrativas, en sus comprensiones sociales y en sus anhelos de mejoramiento humano.
En este momento trascendental de su vida, Puerto Rico fundamenta su reclamo a la libertad y hace descansar su esperanza y su fe reivindicadora sobre el derecho natural, sobre razones incontrovertibles de justicia y de moral, sobre el concepto bolivariano de la paridad interamericana, sobre el principio de Derecho Internacional Americano de que ninguna nación americana puede tener colonias en América, sobre las garantías de la Carta del Atlántico y de la política de buena voluntad, y en fin, sobre las bases igualitarias de la democracia.
Por el Tratado de París, de 10 de diciembre de 1898, que puso fin a la guerra con España, se depositó en el Congreso de los Estados Unidos la obligación de determinar la condición política del pueblo de Puerto Rico con arreglo a las prácticas democráticas y las instituciones libres de América. El status político definitivo de Puerto Rico no ha sido determinado aún. No se ha reconocido la soberanía de nuestro pueblo, y subsiste en la Isla un régimen de gobierno que no emana de la voluntad del pueblo. Bajo el presente sistema de sujeción política y económica, el pueblo carece de autoridad para afrontar y resolver sus problemas fundamentales.
Puerto Rico anhela constituirse como pueblo bajo una forma democrática de gobierno, preservar su personalidad histórica, desarrollar su cultura, orientar su economía, fomentar su producción, desenvolver la industria, levantar el nivel de vida y de trabajo de sus clases obreras, implantar normas de verdadera justicia social y proveer seguridad y bienestar a todos los ciudadanos. Por eso el pueblo de Puerto Rico, a través de todos sus sectores de opinión hace una categórica repudiación del régimen colonial. Para realizar su destino de pueblo y encauzar con acierto y responsabilidad las aspiraciones colectivas, es inaplazable la organización de Puerto Rico como una República Libre y soberana en el concierto de las naciones del mundo. El disfrute de la propia soberanía es absolutamente necesario para el progresivo desenvolvimiento de la cultura, la economía y el bienestar de nuestro pueblo y la dignidad nacional de nuestra patria.
Hemos rechazado ahora una vez más, por medio de este Congreso representativo de la opinión puertorriqueña, toda forma de status político que no consagre la personalidad internacional de Puerto Rico, y rehusamos, por tanto, firmemente, toda medida de carácter anexionista o absorbente, ya que ello conduciría a la nacionalidad puertorriqueña y a la anulación de su derecho a la soberanía.
El pueblo de Puerto Rico reclama su derecho a soberanía en términos de amistad y confraternidad con el pueblo de los Estados Unidos. En el caso de Puerto Rico, la devoción tradicional del pueblo americano por las instituciones libres y la vida democrática coincide con el deber moral de ayudarnos a instituir nuestra República en el concierto de los pueblos libres de América. El pueblo de Puerto Rico confía en que el Congreso de Estados Unidos, que ya ha descargado sus responsabilidades contraídas por el Tratado de París del año 1898 con respecto a Cuba y las Islas Filipinas, actuará en cuanto a Puerto Rico sin más dilación, reconociendo la independencia de nuestra Isla, inspirado en el principio de que la democracia debe ser creadora de democracias.
Este Congreso, al proclamar el derecho de Puerto Rico a su independencia, demanda del pueblo y del Gobierno de Estados Unidos el reconocimiento inmediato de la plena soberanía política de nuestro pueblo.
Y para que este derecho y esta voluntad de Puerto Rico sean tenido en cuenta para todos los efectos presentes y futuros, y como un mensaje cordial y una franca demanda de justicia del pueblo de Puerto Rico al pueblo amigo de Estados Unidos, con fe en Dios y conciencia del destino supremo de nuestro pueblo.
Comentario:
La proclama de 1943 establece los parámetros de la discusión de la Independencia, a la vez que toma distancia respecto a las actitudes del Partido Nacionalista de Puerto Rico y su tradición de violencia. Los argumentos culturales para favorecer la Independencia coinciden con los de la Generación de 1930: España es la “nación madre” pero Estados Unidos enseñó a a los puertorriqueños las prácticas democráticas y liberales. Hostos y Pedreira confiaban en ese precepto como algo sagrado. Por eso se apela a la Independencia en términos amistosos con Estados Unidos copn el mismo lenguaje del populismo radical en 1936-1939.
La Independencia se considera un “derecho natural” refrendado por la historia y reafirmado por el principio de autodetermianción de los pueblos contenido en la Carta de Atlántico que rige la política angloamericana por ese entonces.
Reconocido que desde 1898 la soberanía de Puerto Rico radica en el Congreso de Estados Unidos de acuerdo con el Tratado de París, reclama la creación del Estado Nacional Soberano como garantía de modernización y progreso. También en este caso se alejan de los juristas del Partido Nacionalista que aducían la ilegalidad del Tratado de Paris para justificar su estado de guerra con Estados Unidos.
Se trata de un independentismo renovado, lógico y maduro, comprometido con la tradición liberal que fue incapaz de convencer a Estados Unidos.

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