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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Coquí y la Diosa

Coquí y la Diosa

Había una vez una hermosa diosa que se enamoró de Coquí, el hijo del jefe cacique. Cuando él fue a pescar, ella se aseguró de que volviera con una buena captura y este la elogió como muestra de agradecimiento. Una noche ella acudió a él en forma de una joven taína sucumbiendose ambos al amor.

La diosa le dijo a Coquí, que regresaría durante en la noche después de que saliera la luna, pero a la noche siguiente llegó, y con ella vino el malvado Juracán. El cielo se oscureció y sus vientos aullaron y la diosa intentó proteger a su amante, pero Juracán lo arrancó y nunca lo volvió a ver.

Ella no podía vivir sin su amado Coquí, así que para dar al mundo fe de su eterno amor creó una diminuta rana como representación de su amado y a la cual llamaba: ¡Co-kee! ¡Co-kee! ordenándole que en las noches, en el silencio de la eternidad ofreciera su canto a los habitantes de la tierra borinqueña.

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