Los deberes de éstos en lo económico y en lo gubernativo eran los de velar por la seguridad de los bienes y personas de su vecindario, perseguir la holganza y el vicio, cuidar de que hubiera abundancia y baratura en los víveres, perseguir los ladrones y los rateros que existieran en su partido, aconsejar el fomento de la riqueza agrícola, la cría de ganado, embellecer el aspecto de la población, conservar en buen estado las vías públicas, mantener la paz de sus vecinos y las buenas costumbres religiosas y aconsejar todo aquello que juzgaran beneficios y útil para el progreso y felicidad del pueblo cuyos destinos les estaban confiando.
Las Juntas de Visita
Las Juntas de Visita la componían el Corregidor o Alcalde, que era su Presidente, el Comandante de Cuartel, dos comerciantes mayores contribuyentes, dos agricultores con idénticos requisitos, el Cura cuando se trataba del culto, de yagos o amancebados y un Secretario.
A estos organismos así constituidos, el General Don Miguel de la Torre, en su visita políticomilitar que emprendió el 17 de octubre y terminó el 15 de diciembre 1831, encomendó le manisfestara francamente si la administración de justicia era o no desempeñada por los jueces con entera imparcialidad y rectitud; que le comunicasen los abusos que notasen y los obstáculos que creyesen que podría paralizar el progreso del pueblo, invitándoles repetidamente a que con la honradez de hombres imparciales y amantes del buen orden nada le ocultasen. Por este medio pudo enterarse el pundonoroso Gobernador de la marcha de todos los asuntos en las distintas ramas de la administración.
Recomendó a los jueces moderación, prudencia e imparcialidad en sus determinaciones, y, a los vecinos, el buen orden y la mayor armonía entre sí y que dedicaran todos sus empeños a sostener en buen estado los caminos y en darle el mayor impulso posible a la agricultura. Estas encomiendas a la Junta de Visita y jueces fueron movidas por los abusos e ilegalidades que advirtió que se cometían tanto en el judicial como en lo administrativo y económico. Condenó el monopolio que advirtió en la matanza de reses, en la ocupación de los vecinos en las épocas en que precisamente habían de sembrar sus frutos o recoger sus cosechas, en el cobro de carcelaje a los presos, en la data de tierras que algunos Tenientes a Guerra adjudicaban sin autoridad para ello, el abuso con que se practicaba el servicio urbano, y el de algunos Tenientes a Guerra que al fallecimiento de algún vecino se introducían oficiosamente en las casas mortuorias a exigir la cédula testamentaria o memoria de su última voluntad para elevarla a testamento, procediendo a hacer los inventarios judiciales sin autorización y contra la voluntad de los herederos.

Andrés Méndez Liciaga
Maestro, orador, político, periodista, funcionario, legislador, carcelero. En su pueblo -San Sebastián- tierra de sol y ensueños formó el niño su corazón de bondad al rescoldo de un austero hogar criollo. Su padre, un recio tronco de la selva secular, viejo de barbas floridas, a quien el tiempo no pudiéndole vencer de un solo golpe fue derrumbándole como a las fo rra.lezas legendarias con la cruel lentitud de una furia, le indicó la línea del horizonte, hacia donde se oían lejanos clarines.
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