Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Enrique T. Blanco -La expedición que dirigió Cumberland contra Puerto Rico, se componía de 20 velas y 1,000 hombres de desembarco, trayendo como Vicealmirante a Sir John Berley y un buen número de oficiales de la nobleza inglesa.(14)
Dice Layfield, que el día de Pentecostés por la mañana desembarcaron las fuerzas en una de las Islas Vírgenes, y como quiera que el Domingo de Pascua del año 1598 cayó el 22 de marzo, el de Pentecostés fue el 10 de mayo, que para as Ingleses era 30 de abril. (15)
Layfield no precisa la isla que desembarcaron ni el día que la abandonaron, pero Grant refiere (ob.cit., en la nota 8) que la flota dejó a la Dominica e Islas Vírgenes, donde el Conde estuvo durante un mes; luego; se hizo a la mar con rumbo a Puerto Rico, hacia el 10 de junio. El 15 por la tarde las naves estaban ya bastante cerca de Puerto Rico, y al amanecer del 16, el mismo Conde, acompañado por Berkley, buscaba un sitio para desembarcar, pisando el ejército invasor en este día las playas de Cangrejos, no sin haber sido descubierto por una patrulla de caballería.
Tan pronto como desembarcaron se pusieron en marcha, siguiendo la costa hasta llegar al Condado, desde donde divisaron un baluarte con cinco piezas de bronce, próximamente donde más tarde el gobernador don Gabriel de Rojas (1608-1614) hizo fabricar el fuerte del Boquerón, origen del actual San Jerónimo; y ante la imposibilidad de seguir la marcha, guiados por un negro que se habían encontrado, retrocedieron para salir al camino que conducía al puente, atravesando enmarañada selva donde llegaron a la puesta del sol.
El puente había sido cortado por dos partes y estaba defendido por una fuerte puerta abovedada, con troneras, sobre la cual había una batería de seis piezas, y al otro lado una barricada y la casa o cuartelillo de la guardia del puente. Cumberland, al ver que los españoles habían volado el puente, determinó esperar hasta el otro día por la mañana para empezar el ataque y, aprovechando la bajamar, vadear el paso. (16) Antes del amanecer del día 17, dio principio el asalto. Lord Clifford mandaba la vanguardia y Berkley la retaguardia, pero al intentar aquel cruzar el caño de San Antonio, tropezó, cayó al agua y casi estuvo a punto de ahogarse con el peso de la armadura, retirándose enfermo a causa del agua salada que había tragado. Asumió el mando Sir John Berkley que al frente de su compañía se lanzó al agua para tomar la puerta por asalto, mas, lo soldados ingleses fueron rechazados por las picas de los defensores del puente, y tan pronto como la luz del nuevo día permitió a los mosqueteros fijar mejor puntería, el enemigo se vio obligado a retroceder con un gran número de heridos y cincuenta muertos, entre los cuales estaban los tenientes Cholmley y Belings. (17) El Conde comprendió que el asalto iba a ser sangriento de la manera que lo llevaba a cabo, quizás infructuoso, y pasó a su barco a preparar un nuevo plan de ataque, que puso en práctica el mismo día 17.
De la flota se destacó un barco que se acercó a la playa, frente al Escambrón, y echando botes al agua, desembarcaron doscientos hombres con picas a las órdenes de los capitanes Coach y Druel protegidos por el fuego de la flota y de la mosquetería. Cincuenta mosqueteros españoles, apostados entre las rocas, se opusieron al avance, favoreciendo la retirada de la gente que había en el baluarte de la punta del Boquerón, y apagado el fuego de sus cinco piezas, las lanchas enemigas pudieron entrar por el Boquerón sin peligro alguno y desembarcar gente entre el puente y el cuartelillo que allí había, que los ingleses llamaron fuerte rojo, quizás por el color de que estaba pintado, pero que los de tierra denominaban Mata Diablo.
Los defensores del puente, entre los que había un buen número de puertorriqueños, pelearon gallardamente por un corto espacio de tiempo, pero siendo menor en número y en peligro de ser atacados también por la retaguardia, por la gente desembarcada en el Escambrón, se retiraron ordenadamente hasta llegar al bosque, donde hicieron alto, dejando un paso expedito al invasor, que después de un reconocimiento del campo efectuado por el Capitán Rulesly, emprendieron la marcha sobre San Juan a donde llegaron al amanecer del 18 de junio, sin resistencia alguna.
En esta acción sólo tuvieron los ingleses un muerto y dos heridos, pero les costó la perdida de uno de sus barcos que se fue contra las rocas, del Boquerón y naufragó.
Mosquera había ordenado la reconcentración de toda la tropa en el Castillo del Morro, a la que se incorporaron los oficiales reales y gran parte del paisanaje, y en el caserío solo quedaron los ancianos, las mujeres y los heridos, dando esto lugar a los abusos de la soldadesca, que cometió violaciones, robos y atropellos, y saquearon las casas de religión e iglesias, mas, juzgados en consejo de guerra que formaron todos los comandantes, fueron, unos, desarmados públicamente y otros, ahorcados en la plaza del mercado.
Cumberland pidió la rendición del Castillo del Morro para la reina de Inglaterra, pero el Gobernador Antonio de Mosquera le contestó que el rey de España le había ordenado guardarlo y que mientras viviera no lo entregaría. Altiva respuesta que no supo mantener un capitán de los tercios de Flandes, que en cierta ocasión que hubo una sublevación en los Países Bajos, brilló por su lealtad y disciplina, siendo la compañía de su mando la única que se mantuvo en la obediencia hasta que se sosegó el motín. Por eso, quizás, Torres Vargas lo disculpa, porque era más buen soldado para obedecer que para mandar.
Ante esta negativa, el Conde ordenó lo necesario para levantar baterías y rendir los muros del castillo, preparativos que duraron hasta el sábado 27 de junio, y el lunes 29 dio principio el ataque. A la caída de la tarde, la gente que defendía el terraplén del revellín delante de la puerta, abandonó el puesto y el murallón empezó a bambolearse, y al oscurecer ya había abierto brecha.
A la mañana siguiente, 30 de junio, el fuego de la artillería había forzado la puerta y la brecha estaba bien formada, y al mediodía un parlamentario solicitaba del Conde llevar a cabo una conferencia para redactar las bases de capitulación, la cual se efectuó entre cuatro capitanes, dos españoles y dos Ingleses, y aquellos fueron, el Sargento Mayor Juan de Cubillas y el Capitán Lansois, que pidieron abandonar la plaza con bandera desplegada, las mechas en los fusiles cargados, dejarles llegar a la punta del puente para irse donde quisieran y la devolución de los prisioneros con sus negros esclavos, sin pagar rescate alguno.
Parece que Mosquera se creyó que a Jorge Clifford se podía engañar fácilmente, mas, el Conde, rechazando tales proposiciones y con más hidalguía castellana que a galiciana astucia de su adversario, le manifestó que él, sus capitanes y oficiales podían salir del castillo con todas sus armas, pero la tropa, con las espadas y dagas solamente, y que permanecerían en San Juan bajo la su custodia hasta que les pudiera proporcionar pasaje para salir fuera de la Isla, reteniendo, sin embargo, a uno de ellos para que le acompañará a Inglaterra, donde no permanecería más de un mes, y cumplido el objeto del viajes sería enviado a España sin pagar rescate.
Mosquera, que a tiempo no se había mosqueado, debió quedar amoscado con tal respuesta, y al siguiente día, 1° de julio entregó la llave del castillo a Lord Clifford, después de un almuerzo al que concurrió con su escolta y con el anterior Gobernador, Pedro Juárez. Entre las compañías que se habían refugiado en el Morro, los oficiales reales y algunos vecinos, eran 400 hombres, que fueron conducidos prisioneros a la Fortaleza, con Mosquera y Juárez, y las banderas y estandartes de Clifford y Berkley, flotaron en los topes del Castillo de San Felipe del Morro. (18) Al siguiente día, 2 de julio, la flota inglesa entraba en la bahía de San Juan.
NOTAS:
(14) Opinamos como el doctor Coll y Toste, Boletín histórico, t. XI, nota de la pág. 265, que Cumberland traía más de 1,000 hombres de desembarco, mas no 4,000 como él indica, pero nos atenemos a las manifestaciones de Layfield, que venía en la expedición. En la traducción de la relación publicada en el Boletín histórico, t. V, se lee en la pág. 43: “Serian alrededor de mil hombres; por todos eran 12 compañías 80 hombres; el ejército que iba a combatir llegaba, pues, a unos mil hombres, sin contar los oficiales excedentes”. En la pág. 44: “El regimiento de su señoría y gran parte del de Sir John Berkley, fueron desembarcados. Formarían por todo cerca de mil hombres”. En la pág. 56: “Los barcos; se habían quedado casi sin tripulación pues cuando desembarcamos habíamos cerca de mil hombres, de los que la mayor parte estaban muertos o inútiles para el servicio”. Sin embargo, aun cuando nos parece error, en la pág. 46 se lee: “Sir Berkley tomó el mando de su regimiento, el cual se componía de cerca de tres mil hombres”. Grant también manifiesta que desembarcó mil hombres.
(15) Coll y Toste, ob. cit., t. XI, pág. 266, afirma que llegó al archipiélago antillano el
23 de mayo.
(16) Brau solo habla del puente de madera, de un portón y de improvisadas trincheras; Coll y Toste, de portalón, de potente y recia puerta y de caseta de madera pintada de rojo a la cabeza del puente. A nosotros nos parece, por lo que refiere Layfield, que la puerta era a manera de un fuerte, con sus troneras y baterías, y una bóveda que lo cruzaba, cerrada por puerta de madera servía de paso. Como prueba de esto, citaremos lo que dice el referido cronista de la expedición de Cumberland, según la traducción publicada en el Boletín histórico, t. V.
En la pág., 45 se lee: “Recibimos uno o dos balazos, de gran calibre, aunque sin daño alguno, del otro fuerte situado en la parte más estrecha del mismo brazo de mar, siendo este el único pasaje que se usaba para ir de la Isla donde nosotros estábamos a la otra donde se hallaba el pueblo; pero con todo, después de tan enrevesada marcha, estábamos muy lejos de acercarnos al fuerte por donde debíamos pasar; se vio que el puente había sido volado y que al otro lado había una fuerte barricada, un poco más allá del fuerte”. En la pág. 46: “La bóveda de la puerta estaba tan fuertemente construida que no nos fue posible derribarla; además de seis piezas de gran calibre que disparaban sobre la bóveda del puente tenían algunos mosqueteros; en las baterías y troneras fueron rechazados nuestros soldados”. En la página 47: “La compañía de su señoría llegó hasta la bóveda; los españoles recorrían la bóveda y nos atacaron con mayor rudeza”. En la pág. 48: “Su compañía acompañó a Sir John Berkley hasta la bóveda”.
Esta puerta, a manera de fuerte, debió quedar tan deteriorada, que cuando don Gabriel Rojas construyó el Fuerte del Boquerón, como queda referido, y el del Cañuelo, dice Torres Vargas que “Hizo la puente con fuerte de piedra, que hasta entonces solo tenía de tabla y así fue fácil al Conde Jorge Cumberland el ganarlo”. Pero este cronista ha podido equivocarse, como se equivocó al manifestar que los ingleses entraron en los primeros días de agosto, y existir desde antes un fuerte de piedra a la cabeza del puente.
(17) No dice Layfield que los españoles hubieran volado el puente en el momento que los ingleses lo atravesaban, ni que Cumberland y sus soldados cayeran al agua por efecto de esa voladura, como refiere Coll y Toste, ob. cit., t. XI, pág. 267. “Alcanzamos –dice Cumberland en su informe– “un estrecho puente con una fuerte puerta cerrada, con postigos, además dos cortaduras en la vía… ” y agrega Layfield: se vio que el puente había sido volado… ” Y más adelante: “La bóveda de la puerta estaba tan fuertemente construida que no nos fue posible derribarla y entonces determinamos vadear el trozo de mar, para poder seguir adelante. En esto su Señoría, por culpa de haberse caído el soldado que iba delante llevándole la rodela, tropezó y cayó al agua…”
(18) Brau, ob. cit., pág. 107, cita “134 infantes y 14 artilleros en la plaza cuando Mosquera llegó a Puerto Rico como gobernador”, y agrega que este trajo 200 soldados de infantería, que hace un total de 348 hombres.
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