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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Myrta Silva y Genovevo

Edwin Gutiérrez Franco

José Enrique Ayoroa SantalizLos gestos del payaso tienen una solemnidad sacramental”. Peter Ludwig Berger

A la memoria del más original e ingenioso presentador radial de música y excelente amigo, Sergio Negrón Collazo, justamente bautizado por el cantante Chaguín García como “El Gran Genio de Machuelo”, la persona que más veneraba la mítica figura del payaso y que más imágenes de payasos coleccionaba. Y al gran productor ponceño, excelente puertorriqueño y amigo personal del biografiado y de quien escribe, don Tommy Muñiz, cuyo centenario se conmemorará el 4 de febrero del año 2022.

El 5 de enero de 1959, una muerte sumamente prematura e inesperada -a los 22 años de edad- nos privó del que muy bien pudo haber llegado a ser el mejor comediante de radio y TV de nuestra historia, el ponceño Edwin Gutiérrez Franco.

Nació el 14 de agosto de 1936, en el barrio Segundo de Ponce, en la segunda casa, justo donde comienza la calle Mayor Cantera, esquina con calle Tricoche.

Su personaje más conocido en la comedia se llamaba “Genovevo”, la encarnación de un muchacho alto, flaco, de reacciones lerdas, hablar fañoso y empujado, cuya acelerada carrera hacia la fama en un sentido
se asemejó a la vida de James Dean, en el caso de la pantalla grande del cine estadounidense.

La consigna de vida de James Dean dice mucho de esto que quiero mostrar: “vive de prisa, muere joven y deja un cadáver hermoso”.

Filmó tres películas consagratorias que lo convirtieron en un mito, East of Eden, sobre todo Rebelde Sin Causa, y justo al terminar la tercera, Giant, se mató en un accidente de tránsito a los 24 años de edad.

En solo dos años de actuación pública bajo la tutela del también ponceño don Tommy Muñiz, en los programas Show del Mediodía y Telefiesta de la Tarde de WAPA-TV, Genovevo se ganó el corazón del pueblo puertorriqueño, como también el Agüeybaná de Oro al Comediante del Año en el año 1958.

En esa misma entrega de los Codazos o Agüeybanás de Oro que producía el presentador cubano Osvaldo Agüero, su hermano de doble vínculo, Freddy Gutiérrez Franco -quien durante varios años cantó con éxito como solista, en tríos, en agrupaciones y con la famosa Orquesta de César Concepción- se ganó el premio al Cantante Revelación del año.

¡Qué orgullo para sus padres, Petra María Franco Santiago y el fotógrafo profesional, don Pedro Gutiérrez Morales!

Toda su vertiginosa carrera hacia la fama y tristemente hacia la muerte, la recorrió coincidentemente con mis primeros dos años de residencia en la ciudad de Ponce.

Tan pronto se graduó de la Ponce High, ingresó en el Colegio de Mayagüez, hoy RUM, pero al poco tiempo se salió, se trasladó a la ciudad de Nueva York, se matriculó en el American Radio and Television Arts Workshop y se graduó de camarógrafo, técnico y director de TV. Sabía lo que quería y tenía prisa por alcanzarlo.

Tan pronto comencé mi primer año de estudios en la hoy Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, noté la fuerte influencia del comediante Genovevo, sobre todo en el modo de hablar y el lenguaje corporal que traían los compañeros estudiantes ponceños, sobre todo, los graduados de la Ponce High. La Escuela Superior Doctor Pila apenas se había fundado tres años antes, en el 1954.

De mis compañeros de estudios provenientes de la Ponce High, los que mejor y más frecuentemente lo imitaban, según mi mejor recuerdo, eran Domingo “Papo” Rodríguez y Rafael “Felo” Alfonso Díaz quienes lo imitaban muy fielmente, con mucha gracia.

Tradicionalmente, en el teatro de la Ponce High se reunía, sobre todo en el receso del mediodía, toda una gama de estudiantes con talento y vocación artística, de donde ascendieron a la fama algunos de los más connotados artistas puertorriqueños del siglo veinte. No solo eran jóvenes ponceños, sino de prácticamente todos los pueblos vecinos.

La lista es tan larga, que sería antiliterario tratar de reproducirla aquí, acaparando prácticamente todo este artículo.

En su rápido comienzo, Edwin, al igual que su hermano Freddy, prefería cantar y hacer algunas imitaciones, aunque ni desconocía, ni disimulaba su vis cómica.

Fue en condición de cantante aficionado que llegó a la empresa de don Tommy Muñiz, quien siempre tuvo un ojo clínico como reclutador y encarrilador de talentos.

Hay muy pocas fuentes de datos disponibles sobre la vida y obra de este talentoso comediante. La fuente más amplia y completa que existe la provee el periodista de farándula pepiniano, Mickey López Ortiz, quien fue director de la Revista Artistas, en una publicación para la importante Fundación Nacional Para La Cultura Popular, titulada Genovevo en el Recuerdo del Pueblo, fruto de la información que le proveyeron los hermanos que aún estaban vivos para el año 2010, cuando la escribió y publicó.

Relata López Ortiz, citando directamente a su hermano, el cantante Freddy Gutiérrez que “Un día don Tommy Muñiz, quien ya tenía referencias suyas, lo llamó para que supuestamente cantara en ‘El Show del Mediodía’, pero era una trampa que don Tommy le tenía preparada; porque cuando comenzó a cantar, lo ‘colgó’ para imponerle el castigo de exhibirse cargando un cartel en la Plaza de Colón en el Viejo San Juan”.

“El mismo”, continúa, “decía algo así como ‘Estoy Castigado por El Show del Mediodía’. La realidad era que a don Tommy lo que le interesaba era tenerlo en sus programas, pero como cómico, y Edwin aprovechó aquella experiencia para demostrar el talento que tenía para la comedia”.

De entre su “Piña” (así llamada) de talentos, don Tommy le asignó a Shorty Castro como libretista, al también ponceño Carlos Rubén Ortiz y al cubano Raúl Delgado Cué, como contrafiguras.

Subir al tope de la fama -mediando en el camino una invitación que le formuló un productor cinematográfico que lo vio actuar en un teatro hispano en la ciudad de Nueva York, para hacer cine en México- y enfermarse severamente, fueron una misma cosa.

Lo atacó una nefritis severa, que para aquél tiempo no tenía cura, y lo ingresaron en el hospital que para entonces se llamaba Presbiteriano y hoy se conoce como el Ashford Medical Center en El Condado.

José Miguel Agrelot “don Cholito” y don Tommy Muñiz, lo iban a ver al Hospital todas las tardes.

Don Tommy, quien le había tomado mucho cariño en los dos años que trabajó para su empresa (1956-1958), le continuó pagando su sueldo y expresó su disposición a donarle un riñón.

La familia Gutiérrez, como colectivo, lo expresa del modo que sigue en el plausible trabajo de Mickey López Ortiz: “Don Tommy lo quería muchísimo y se portó maravillosamente con él. Nunca dejó de pagarle su sueldo y hasta manifestó su disposición de donarle un riñón. Son cosas que uno, como familia, no puede olvidar”.

¡Ese es el don Tommy Muñiz que conocí y que con tanto afecto recuerdo!

Tristemente, el 5 de enero de 1959, víspera del Día de Reyes, entregó su alma al Todopoderoso el extraordinario prospecto artístico que don Tommy Muñiz antevió, quien recorrió como un relámpago nuestro firmamento artístico, como si supiera de la cercanía de su muerte.

Sus compañeros artistas -entre ellos Norma Candal y don Tommy-hicieron una derrama económica con la que pagaron la tumba y comisionaron la escultura en mármol que está en la nave central, al fondo, del Cementerio Civil de Ponce.

En preparación para esta columna, recurrí a Rafo Muñiz, hijo de don Tommy y , por separado, a mi amigo epistolar Osvaldo Rivera Soto, custodio de la memorabilia de don Tommy en el Archivo de Medios Audiovisuales de la UPR, adscrito a la Escuela de Comunicaciones de la UPR, Recinto de Río Piedras.

Rafo se comunicó hasta con el Secretario Ejecutivo del ICP, tratando de encontrar respuesta a mi curiosidad por saber quién fue el escultor que esculpió en mármol la magnífica cabeza del histrión que está en su tumba y que ilustra esta columna en una fotografía de su sobrino, Gary Gutiérrez, la persona que más colaboró conmigo para este escrito y a quien agradezco públicamente.

Hasta hoy, nadie me ha sabido decir quién es el autor de esa escultura que ya tiene 52 años.

Freddy Gutiérrez le dijo a su sobrino Gary que él cree recordar que fue un escultor al que le llamaban “Compostela”.

De ser así, este sería un gran descubrimiento cultural para la ciudad de Ponce. Compostela es don Francisco Vázquez, un exiliado español al que bien puede calificársele como el Padre de la Escultura Moderna en Puerto Rico, esposo de la gran intelectual puertorriqueña, doña Margot Arce de Vázquez.

Conozco desde hace muchos años una hija de ambos, Carmen M. Vázquez Arce, y me comuniqué telefónicamente con ella.

Carmen explicó que ella recién publicó un libro-catálogo sobre la obra de su padre, y que no recuerda esa.

Además indicó el lugar de las obras donde su padre las firmaba, pero esta no está firmada en ninguno de sus contornos, lo que, a mi juicio, hace el asunto más intrigante.

Doña Gladys Tormes, directora del Archivo Municipal de Ponce, nos sugiere la posibilidad que pudiera ser del escultor Víctor Cott, quien esculpió en mármol uno de los leones de la fuente de la Plaza Degetau, frente a la Casa Alcaldía, y la escultura en bronce del esclavo que rompe sus cadenas en el Parque de la Abolición, junto a la Concha Acústica de Ponce.

Un descubrimiento de esta naturaleza, si se diera, reviste tanta importancia que amerita que modestamente continuemos la búsqueda. Así lo haremos.

Osvaldo Rivera Soto, por su parte, me envió tres exhibits que recién rescataron de los archivos. Ni siquiera su familia inmediata los conoce. Dos de ellos solo son sonoros, el tercero es un vídeo.

Los sonoros son dos sketches cómicos, titulados “El brindis del bohemio”, y “Los Pollos”, donde Genovevo da muestras de su capacidad para improvisar, a todas luces saliéndose del libreto, con gran agilidad mental, como es propio de los grandes comediantes de todos los tiempos.

El vídeo es la recreación de un juicio penal por jurado. En él, Genovevo hace de abogado defensor, con la particularidad de que el presidente del jurado, que en definitiva encuentra culpable a su cliente, es el trompetista, compositor y director del Cuarteto Mayarí, Plácido Acevedo, otra gloria histórica de nuestra farándula.

Sin duda, en su fugaz recorrido por nuestros medios, el artista ponceño Edwin Gutiérrez dejó una huella imperecedera.

Mi tributo a «Genovevo», el artista que no conocí

Mickkey López Cuando yo cursaba el cuarto grado en la Escuela Elemental Anexo Sifre, de San Sebastián del Pepino, se puso de moda el llamado Álbum de personajes. Se me ocurre pensar que muchos de mis contemporáneos, cincuentones e, incluso, más maduritos, lo recordarán perfectamente. Se trataba de una libreta llena de espacios en blanco (300 en total) que se llenaban con estampillas que mostraban fotos de los artistas más populares de la época. La mayoría, puertorriqueños, cubanos y mexicanos, más unos cuantos argentinos y españoles. Aquellas estampillas, un poquito más grandes que un sello de correo regular, se vendían por pares en un sobrecito que traía un chicle por el precio de dos centavos. La libreta se vendía aparte, no recuerdo bien si por cinco o diez centavos.

El asunto es que mi papá me compró la libretita ¡que todavía conservo! − y, para comenzar a llenarla, dos sobrecitos de estampillas. Jamás olvidaría que las primeras cuatro fueron las que tenían las imágenes de los actores dramáticos Manuel Pérez Durán y Roberto Rivera Negrón, el cómico mexicano Fernando Soto «Mantequilla» y… «Genovevo». A los tres primeros tuve oportunidad de entrevistarlos durante mis primeros tiempos como director de la revista Artistas. Del cuarto, que ya había fallecido, no tendría referencias durante muchos años, excepto que su rostro apareció en una de las referidas estampillas. Pero, fue suficiente para que despertara y se mantuviera mi curiosidad sobre su figura.

A través de los años logré recopilar alguna información suya a base de testimonios de algunos artistas que lo conocieron y compartieron con él en las lides faranduleras. Pero, les confieso que, hasta el presente, jamás he tenido la suerte de ver algún pietaje que perpetúe su paso por nuestra pantalla chica. Aun así, me propuse rescatarlo para la historia entrevistando a los hermanos que le sobreviven, pues no existía documentación escrita detallada sobre su existencia. El siguiente escrito, que aporté a la Fundación Nacional para la Cultura Popular, fue subido a su portal de Internet www.prpop org, bajo el titular Genovevo en el recuerdo de su pueblo, el 23 de enero de 2010. Para entonces, recién se cumplían 51 años de su fallecimiento, acontecido el 5 de enero de 1959.

Como considero que se trata de un merecido y necesario tributo a quien estaba encaminado a brillar como estrella de nuestro firmamento artístico, pero el destino le negó esa dicha,  también he querido que aparezca en nuestro portal.

Edwin Gutiérrez Franco «Genovevo» (1936-1959):una promesa artística boricua ida a destiempo

Una de las carreras artísticas más breves apenas dos años (1956-1958) pero a la vez más vertiginosas que registra el ambiente artístico puertorriqueño, fue la de Edwin Gutiérrez Franco, talentosísimo comediante a quien no pocos de sus admiradores y compañeros en el quehacer televisivo visualizaban como sucesor del entonces recién fallecido Ramón Rivero «Diplo» (1909-1956).

El público lo conoció mejor por su remoquete de «Genovevo», que le fue estampado a raíz de que se incorporara a la legendaria “Piña de Tommy Muñiz”, como los artistas nacionales identificaban a los afiliados a los programas que ese inolvidable productor, actor y libretista había implantado en WAPA TV / Canal 4. «Genovevo» fue el personaje que don Tommy concibió para él y que nuestro reseñado fue capaz de desarrollar en tiempo récord. Se trataba de un chico bobo pero locuaz cuya vis cómica radicaba en su hablar fañoso.

El 5 de enero del presente se cumplieron 51 años de la prematura desaparición de este artista de quien tanto se esperaba. Su fallecimiento, a consecuencia de cáncer renal, aconteció en el Hospital Presbiteriano luego Ashford Medical Center en el sector santurcino de Condado, cuando apenas contaba con 22 años. No queríamos dejar pasar por alto esta conmemoración y, fieles a nuestra misión de enaltecer y no dejar caer en el olvido a nuestros valores patrios, hoy ofrecemos a nuestros lectores un repaso de su trayectoria.

Edwin Gutiérrez Franco «Genovevo» nació en Ponce, el 14 de agosto de 1936. Fue el quinto de los ocho hijos procreados por el matrimonio que formaron Pedro Gutiérrez Morales y Petra María Franco Santiago. Su formación artística fue totalmente autodidáctica. Hizo sus pinitos siendo niño participando en los montajes teatrales estudiantiles que se realizaban en el Colegio Ponceño. También le gustaba cantar y fue dentro de esta faceta que, en algún momento de su breve existencia, anheló descollar.

Cuando todavía era un nene, entre 1949 y 1950, él participó en la obra ‘El anticuario’, que la Compañía Lope de Vega, que era muy famosa, presentó en el Teatro La Perla. Entiendo yo que si una agrupación dramática como esa, tan importante, lo seleccionó para darle un papel, fue porque los que la dirigían lo consideraban muy bueno. Después, él y yo formamos parte de un grupito de cantantes aficionados en la Ponce High, nos cuenta su hermano Freddy, quien sí lograra destacarse como vocalista, habiendo pertenecido a reconocidas orquestas, muy especialmente la de César Concepción cuando esta era la de planta del Hotel Flamboyán y, posteriormente, ya fallecido su líder, bajo la batuta de Nicolás Nogueras.
Luego de concluir sus grados académicos regulares, Edwin Gutiérrez ingresó al Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez (CAAM). En ese recinto también participó en algunos montajes teatrales. Pero, convencido de que su verdadera vocación estaba muy alejada de la Agronomía o la Ingeniería, abandonó aquellos estudios y marchó a Nueva York para adiestrarse como camarógrafo, técnico y director de televisión en el American Radio & Television Arts Workshop. Esta vez sí logró obtener el correspondiente diploma.

Tommy Muñiz lo llamó para que se presentara como cantante en El show del mediodía, pero se trataba de una trampa, pues su intención era contratarlo como comediante.

“Sin embargo, aunque a Edwin le encantaba todo ese campo, sus ilusiones no estaban detrás de las cámaras. Él quería destacarse como artista. Un día Tommy Muñiz, quien ya tenía referencias suyas, lo llamó para que, supuestamente, cantara en El show del mediodía. Pero, era una trampa que don Tommy le había preparado. Porque, cuando empezó a cantar, lo ‘colgó’ para imponerle el castigo de exhibirse cargando un cartel en la Plaza Colón, en el Viejo San Juan. El mismo decía algo así como ‘Estoy castigado por El show del mediodía’. La realidad era que a Tommy Muñiz lo que le interesaba era tenerlo en sus programas, pero como cómico y Edwin aprovechó aquella experiencia para demostrar el talento que tenía para la comedia”, prosigue narrándonos Freddy.

Resalta, además, el dato de que, en 1958, durante la entrega de los premios Agüeybaná de Oro, concedidos por el Festival de Popularidad Codazos que instituyera el locutor y productor cubano Osvaldo Agüero Fernández, su hermano cargó con el correspondiente a Comediante del Año − que le entregó Myrta Silva − mientras que él recibió el de Cantante Revelación. La gala de premiación se celebró en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico.

Por su parte, el mayor de sus hermanos varones, Pedro Jr., comenta:

“Yo nunca he conocido a otra persona que tuviera tanta gracia para hacer chistes como Edwin. Él le sacaba punta a todo y quien lo veía, se ‘moría’ de la risa. Sin que me quede nada por dentro, me atrevo decir que, en sólo dos años, el logró lo que a otros comediantes les tomó o les hubiera tomado 20. Imagínense: en 1958 fue con un grupo de artistas al Teatro Puerto Rico, de Nueva York, donde un productor de cine mexicano lo vio haciendo su rutina cómica y cantando en inglés y rápido quiso llevárselo para México para trabajar en películas. Si nos se nos hubiera ido tan pronto, tarde o temprano lo hubiera hecho. ¡Habría llegado muy lejos!”

Además de sus participaciones de lunes a viernes en Telefiesta de la tarde − nombre original de El show del mediodía, rebautizado así en 1963 −,Tommy Muñiz encomendó a ShortyCastro los libretos para un espacio en pudiera lucirse como figura estelar: Catorce días alrededor del mundo. En sus presentaciones, tanto televisivas como personales, solía utilizar como contrafigura a su compueblano Carlos Rubén Ortiz o al cubano Raúl Delgado Cué.

Norma, la mayor de los ocho hermanos, recuerda que mientras estuvo recluido en el Hospital Presbiteriano, Tommy Muñiz y José Miguel Agrelot lo visitaban a diario.

“Don Tommy lo quería muchísimo y se portó maravillosamente con él. Nunca dejó de pagarle su sueldo y hasta manifestó su disposición de donarle un riñón. Son cosas que uno, como familia, no puede olvidar”, expresa con emoción.

Ya encontrándose muy enfermo, «Genovevo» contrajo matrimonio con la cantante Maritza Ruz, quien coincidiera con su hermano Freddy en la orquesta de César Concepción y, posteriormente, fuera vocalista del combo del pianista Johnny Conquet, con quien luego se casó.

Este ilustre ponceño, ido a destiempo, fue enterrado en el Cementerio Municipal de Ponce y al lado de su tumba aparece un busto que recrea su figura, cuyo costo fue sufragado por varios de sus compañeros artistas. El mismo fue entregado a la familia de «Genovevo» por Shorty Castro, uno de sus compañeros en la producciones de Tommy Muñiz.

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