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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
El Desorejado

El Desorejado

Cayetano Coll y Toste– —Señor capitán Urquizu, jura vuesa merced en todo lo que le fuere preguntado, ante los santos evángelios y nuestro Redentor crucificado?

—Sí juro, señor juez.

—Declara vuesa merced haberle cortado las orejas al soldado de esta guarnición Juan González Calvanas?

—Lo declaro.;

—¿Qué motivos ha tenido vuesa merced para cometer esto desaguisado en un militar de la Plaza?

—Porque ese soldado me ha faltado, atreviéndose a enamorarse de una hija mía; la ha estrupado, la ha fecundado y ha deshonrado mi hogar!….

—No sabe vuesa merced, que para castigar a los culpables están los jueces, y que vuesa merced no puede tomarse la justicia por su mano?

—En cuestiones de honra, señor juez, el mejor juez es uno mismo! He podido matar a ese bribó.. y he preferido cortarle las orejas.

—Queda vuesa merced arrestado, capitán Urquizu. El cuerpo de capitanes del Batallón de Granada hizo una representación al Jefe, pidiéndole la libertad del capitán Urquizu.

El escrito era fuerte en vocablos; y el Jefe, por disciplina y desobediencia al “Reglamento militar mandó ponerlos presos también. Orden que se cumplió en el acto con los cuatro capitanes.

El Jefe en carta de 21 de enero de 1741, dió cuenta al Rey con lo ocurrido en la guarnición de esta Plaza.

En el entre tanto la pobre víctima de sus descabellados amores con un soldado, de color pardo, sucumbía de sobreparto.

Los capitanes fueron puestos en, libertad bajo fianzas.

El marqués de la Ensenada comunicó al gobernador D. Juan José Colomo; en nombre de S M que se siguiera el proceso contra el capitán D. José Valentín de Urquizu, “actuando el juez conforme a derecho y que se le diera cuenta del fallo.”

Al ofendido capitán que se tomó la justicia por su mano, se le condenó a unos meses de arresto. Y el atrevido tenorio quedó desorejado y dado de baja como soldado de la guarnición.

La verdad es que en cuestión de honor el mejor ejemplo es el del Alcalde de Zalamea, que se tomó la justicia por su mano; y cuando el Rey le dijo: “Vos, no tenéis autoridad de ejecutar la sentencia, que toca a otro tribunal.

—Contestó el ofendido Alcalde: “Como por acá no hay más que una sola audiencia, cualquier sentencia que hay, la ejecuta ella; y así está ejecutada ya.”—¡Y dice Calderón de la Barca en la misma comedia “Que la honra no la compra nadie.” Y agregamos nosotros: La honra agraviada no se discute, se defiende.

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