Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Cayetano Coll y Toste- Cuando llegó a su diócesis el obispo Martínez de Oneca se encontró con el escándalo de que casi todos los soldados de la guarnición de la Plaza vivían acortejados con mulatas y cuarteronas. El deán padre Gándara le dijo un día:
—Señor Obispo, su Ilustrísima no debe permitir este estado de inmoralidad en la ciudad de San Juan, ni que viviéramos en Tetuán en plena morería.
—-Tiene usted razón, padre Gándara. He tratado este asunto con el señor gobernador Guazo Calderón y se opone a que legitime esas uniones.
—-Y ¿qué razones da su Excelencia?
—La inferioridad de la raza de color en esas mujeres.
—Ba, ba, ba! Y su Ilustrísima, qué le contestó?
—Que la mujer preferida por el sabio Salomón fué la morena Sulamita. Que media Andalucía era mora, y que ante la Iglesia y Dios no habían castas ni jerarquías.
—¿ Se pondría furioso ?….
—Montó en cólera, y casi me despidió iracundo. No le fué posible al Obispo hacer entrar en razones al soberbio y engreído D. Antonio Guazo Calderón.
—Padre Gándara, basta de circumloquios y cataplasmas con el señor Gobernador. Empieze usted mañana a casar los soldados de la guarnición, que se acojan a la sombra del santo lábaro de la Iglesia de Cristo. Es mejor casarse que abrasarse, como dijo San Pablo. Empieze usted por el capitán Juan Ruiz, que me ha pedido protección por dos veces, para legitimar unos ocho hijos, que tiene en una mestiza, que puede pasar por hija de Sevilla.
Al día siguiente de haber puesto el padre Gándara las órdres de su Ilustrísima en acción, recibió el señor Obispo un violento oficio de Guazo Calderón, recordándole, que respetara los derechos del Vice Real Patrono de ludias, y que se mantuviera en sus limites eclesiásticos, sin invadir la jurisdicción del Capitán General Gobernador e Intendente.
El prelado le contestó que el deber de uno y otro era moralizar las costumbres del pueblo que S. M. había puesto bajo la dirección de ellos. Que sobre la espada material del mal servidor del Rey estaba la espada espiritual del buen servidor. Que no necesitaba de sus licencias para protejer el derecho de sus feligreses. Y que desde el momento que se sublevara contra la Iglesia de Cristo quedaba excomulgado por él en toda regla según los cánones del Concilio de Trento, y no se le permitiría oir misa en Catedral, Guazo, del berrinche que sufrió, cayó enfermo. Pateaba como un loco y quería cortarles las orejas al Obispo y al Dean. El estado de nerviosidad tomó incremento, hubo asomos de parálisis general y hasta hubo que administrarle la Extremaunción. No vino la mejoría.
Al noticiarle el padre Gándara al señor Obispo el estado de próxima muerte de Guazo, respondióle su Ilustrísima:
—El nudo gordiano está cortado: los soldados están casados: los hijos legitimados: los hogares moralizados: esas mujeres honradas: y la Religión defendida, Padre Gándara, visite al Gobernador en mi nombre, y dígale que la Excomunión está levantada, y que ruego a Dios, como buen cristiano, que le devuelva la salud.
El Gobernador no mejoró: el achuchón había sido formidable; el Obispo había puesto contra él toda la población.
Al día siguiente de reconciliado con la Iglesia —7 de abril de 1760— daba el piojo en palacio. Antes de espirar emplazó a Oneca ante el tribunal de la justicia de Dios por haberlo desacreditado ante sus soldados, violando el Real Patronato de ludias, y (echando por tierra, la dignidad de un soldado dé S. M.
A los cuarenta y cinco días del emplazamiento—el 23 de abril de 1760—el señor Obispo también fallecía en su palacio para comparecer ante el tribunal de Dios, según rezan los cronicones.
Ante el tribunal de la Historia está fallado este litis, dándole la razón a su Ilustrísma, que tan viril y acertadamente cortó el nudo gordiano del concubinato.
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