Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Milagros González Chapel -Muchos años ha cuando la civilización no había llegado al corazón de los pueblos, cuando se vivía una vida sencilla, simple, llena de leyendas y de fantasía ocurrió esto que os voy a contar.
En este pueblecito nuestro que se llama Añasco, como en tantos otros había pozos con sogas tirados por una rondana donde la gente acudía a buscar el agua en tinajas, en baldes.
Cerca del sitio que está hoy situado el Caserío Francisco Figueroa existía a uno de esos pozos que lo llamaban El Pozo del Rey, sitio de reunión, de charla, de alegría mientras cargaban el agua para llevarla a sus casas. Pero aquí ocurrió, dicen los viejos de aquellos tiempos, algo más que suplir agua a los vecinos. Una pareja enamorada se encontraba en aquel sitio, hasta que llegó a los oídos del padre de la joven, quien se indignó, por pensar que su hija se fijaba en un hombre que no tenia su aprobación y que no reunía, según él, las condiciones para poder ser el esposo de su hija.
Importándole poco el dolor que iba a causar en ella, ejerció su autoridad de padre y le escogió otro galán del mismo pueblo que él pensaba sería el marido ejemplar. Ante la situación y no pudiendo hacer otra cosa sino entregarse a los caprichos do su padre, que era un digno ejemplar de aquella época, se resignó a someterse a la obediencia exigida, pero su corazón que era de ella enteramente no podía ser dado a nadie mas que al amado que estaba en todos los sueños y todos sus pensamientos. Pasaron días y ella estaba sometida a una estrecha vigilancia.
Ni un papel, ni una razón, nada, su corazón se iba desgarrando hasta que se le ocurrió acercarse al fiel esclavo que 1a vio nacer y le pidió de rodillas que oyera sus súplicas, que le ayudara. Entonces le pidió que hablara con él y que le dijera cuanto lo amaba, cómo su corazón le pertenecía todo, cómo su alma era toda suya, pero no podía escribir siquiera. Era una de tantas vidas atadas sin poder tener el derecho de revelarse.
Dile que nuestro amor es tan grande, que estamos tan unidos, quo sólo bastará diariamente que tengamos un cambio de aros; tú le llevarás a la hora convenida mi aro y él me manda el suyo, eso conservará intacto nuestros rocuerdos y nuestro cariño, será un poema de amor suave, de amor dulce, viviremos momentos de dicha, temblarán nuestros cuerpos y se estremecerá nuestro espíritu cuando el aro simbólico toque nuestros dedos. Y así pasaron los días. Al mismo sitio, aquel esclavo, fiel y abnegado, llegaba al Pozo del Rey.
Allí lo esperaba aquel hombre que vivía un amor de recuerdos. Se anuncia la boda de 1a joven con el elegido do su padre, las campanas de la iglesia pueblerina suenan, suenan y en su repicar parecía un sollozo, un lamento; y en esos mismos instantes la joven y bella mientras escuchaba que se acercaba aquella boda que la aterraba, por no haber podido arrancar aquel amor que la embargaba y sin poder faltar ala palabra que habla dado a su padre, sintió un malestar muy grande.
Mandaron por el médico del pueblo quien declaró que estaba grave, que padecía nada menos que de tifus. Esa enfermedad, que dicen hoy, que puede causarla un agua impura. Al cabo de unos días murió, repitiendo el nombre de su amado y del Pozo del Rey, aquel pozo que había podido ayudarla a conservar su amor intacto y puro. Y que con sus aguas impuras había contribuido a arrancarla de los brazos de otro hombre y prefería entregarla a la muerte. Desde entonces en mi pueblo dicen, que toda persona que tome agua del Pozo del Rey se queda en Añasco y allí se casa porque está impregnada de aquel amor y de aquel gran sacrificio de una mujer que no pudo sacudir los convencionalismos y las exigencias de su padre para defender su felicidad.
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