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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
El velorio -1893- de Francisco Oller

Francisco Oller

B&V- (Bayamón, 1833 – San Juan de Puerto Rico, 1917) Pintor puertorriqueño. Desde niño sintió gran afición por el dibujo y dedicó un gran esfuerzo al aprendizaje del arte pictórico. Al cumplir los dieciocho años, viajó a Madrid con la intención de completar su formación artística en la Academia de San Fernando, donde tuvo, entre otros, a uno de los más destacados pintores españoles de la época, Federico de Madrazo y Kuntz.
Dos años más tarde regresó a su tierra natal, Puerto Rico, pero su inquietud le llevó a realizar un nuevo viaje a Europa, esta vez a Francia. Se instaló en París y entró en el taller de T. Couture para completar sus estudios de pintura, al tiempo que se inscribió como copista en el museo del Louvre, donde tuvo como preceptor a Gustave Courbet.
Fueron años difíciles en cuestiones económicas y Francisco Oller realizó todo tipo de trabajos para mantenerse: trabajó como sacristán, como barítono en una compañía de ópera italiana, etc. Durante estos años de juventud frecuentaba el café Guerbois y la brasserie Andler, lugar en el que conoció a los pintores Degas y Pissarro, y al novelista Zola. En 1859 entró en el taller de Gleyre donde tuvo como compañeros de estudios a Bazille, Renoir, Monet y Sisley; más tarde conoció a Cézanne y en 1861 visitó el taller de Courbet.
En 1865 regresó a Puerto Rico, convertido en el primer artista de habla hispana que había adoptado el estilo impresionista. Tres años más tarde inició su labor docente, decisiva en la plástica puertorriqueña, con la apertura en la capital de una academia gratuita de dibujo y pintura. Continuó viajando a Europa y en 1876 se estableció en Madrid, esta vez como artista consagrado. Recibió varios encargos importantes: retratos, paisajes y escenas de género. De este periodo madrileño datan sus obras El coronel Contreras en Treviño (1878) y Un mendigo (1881).
A los 51 años de edad, regresó definitivamente a Puerto Rico, donde fundó una nueva academia, la escuela femenina de dibujo y pintura. En 1902 fue nombrado profesor de dibujo en la Escuela Normal, la que más tarde se convertiría en Universidad Nacional. Su labor artística y docente fueron decisivas en la formación de un arte nacional puertorriqueño y fue considerado el más importante artista del siglo XIX de Puerto Rico.
Su pintura, que evolucionó desde el realismo academicista de los primeros años hasta el impresionismo aprendido de primera mano en Francia, hizo surgir un interés en la plástica puertorriqueña por retratar el entorno cotidiano: las gentes, los paisajes, las costumbres. Entre sus obras cabe destacar: El pleito de la herencia (1854-1856), Retrato de Manuel Sicardó (1866-1868), El molino (1875), Las lavanderas (1887-1888), El Velorio (1893) y Bodegón con piñas (1912-1914).

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