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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Hacienda La Esperanza de Manatí

Hacienda La Esperanza de Manatí

Metro- Lynet Santiago Túa– En medio de interesantes recorridos por la Hacienda La Esperanza en Manatí, a cargo del programa Para la naturaleza del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico, podrá conocer datos del desarrollo de la industria azucarera en Puerto Rico, ver un trapiche de vapor que pronto estará en funcionamiento, además de conocer cómo se realizaba la molienda y la historia de los esclavos que trabajaron en estas tierras, aparte de disfrutar de impresionantes paisajes naturales y conocer 13 diversos ecosistemas expresados en 2,286 cuerdas de terreno.
Durante el trayecto también se adentrará a la casona del Márquez de La Esperanza, que custodia una colección de 389 machetes, herramienta utilizada para cortar la caña. Esta colección estuvo a cargo del arqueólogo Ovidio Dávila. Además, podrá contemplar la obra el Manto de las querellas de esclavos, confeccionado por caladoras y mundillistas de Moca.
Fundadores de la hacienda
Los fundadores de la Hacienda La Esperanza fue la familia Fernández, quienes llegaron a Puerto Rico a finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX.
Esta familia de comerciantes y hacendados, aprovecharon la coyuntura del crecimiento de la industria azucarera en la isla para establecer una primera hacienda en Bayamón, La Hacienda Santa Ana, en la que trabajaban con la caña para producción de azúcar, según explicó José Nevarez a Metro, el guía turístico del programa Para la naturaleza.
El negocio les fue muy bien hasta llegar a expandirlo, por lo que fundaron la segunda hacienda en Manatí.
En la década de 1830, el patriarca de la familia don José Fernández, conocido como el Marquéz de La Esperanza, título otorgado por la Corona Española, compró los terrenos fértiles con la idea de producir la caña de azúcar.
Fue Fernández él que trajo a Puerto Rico el primer trapiche de vapor, considerado en la actualidad como un patrimonio de la humanidad.
Para orgullo puertorriqueño este trapiche es la única máquina de su clase que queda en el mundo. Fue construida en el 1861, en Cold Spring, Nueva York por la West Point Foundry y en esta hacienda se restauró cuidadosamente a un estado funcional para el disfrute de los cientos de visitantes que llegan hasta esta hermosa hacienda para admirar y conocer su historia.
“En este trapiche de vapor se molía la caña. Fernández primero fue a Barceloneta, al otro lado del río, y privatizó el aeropuerto del sector de Palmas Altas para su uso personal. Luego compra la maquinaria en Nueva York y la trae a Puerto Rico por su aeropuerto privado, por contrabando, para no pagar impuestos”, relató Nevarez.
Luego, poco a poco pasó las piezas por el Río Grande de Manatí. De ahí se ensambló la maquinaria en la hacienda y comenzó a utilizar el trapiche de vapor para moler la caña, afirmó.
Como la maquinaria fue traída por contrabando, se mantuvo oculta en uno de los edificios y nadie sabía que la maquinaria estaba dentro de uno de los edificios que alberga la hacienda.
Así que siguió moliendo la caña de forma oculta y duplicó la producción de azúcar, de 150 toneladas por zafra a 600 toneladas por zafra en momentos en que todos los demás productores trabajan con el trapiche de sangre.
“Este trapiche es un patrimonio de la humanidad y el legado de este espacio se circunscribe en una historia humana que habitó en este espacio mucho antes de que llegarán los españoles al nuevo mundo”, compartió.

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