Recuerdo en mis años de mozo, -y perdonen la distancia, para los que el viaje resulte demasiado largo-, haber escuchado, a mi siempre amado padre, un auténtico jíbaro, quien era paremiólogo por excelencia, decir que «la Real Academia de la Lengua era un natimuerto porque nunca se ocupaba, ni de la lengua larga, ni de la lengua viperina, ni de la lengua de trapo, ni de la almibarada, ni de la de estropajo y mucho menos de la lengua mechada.» Siempre me estuvo gracioso el comentario y lo encontraba harto interesante como para escribir un libro, y ¿por qué no un diccionario, que incluyera todas las lenguas?
Años más tarde, durante mi vida de universitario, me di a la tarea de coleccionar refranes, definiciones, insulto, dichos y dicharachos, y un buen día, en una venta de la acera, a la entrada de la Universidad de Puerto Rico, me encontré con el libro que pensaba escribir, Diccionario de la Lengua Mechada, escrito por el sanjuanero Don Ignacio Guasp, quien fuera periodista del New York World y del Washington Post, y prologado nada más y nada menos que por el otro Don, Don Washington Lloréns. Don Ignacio, al decir de muchos, era una de esas personas de buen hablar con las malas palabras, en medio de todos aquellos que hablaban mal con buenas palabras.
En honor a ese gran humorista reproduzco algunas de sus definiciones, a las que he añadido otras mías y muchas de los demás. Al igual que el Diccionario de la Lengua Mechada, éste de ahora no está en orden alfabético, porque según dijera Washington Lloréns, «en Puerto Rico las cosas no siguen orden lógico alguno. La autoridad de lo dicho se encuentra en la vida misma». Además, hubiera sido un trabajo enorme para mí hacerlo, y resultaría demasiado fácil para usted encontrar la definición que buscara. Así que si usted busca alguna definición en específico tendrá que chuparse este libraco en su totalidad. No consulte usted amigo lector libro alguno de referencia que yo pasé el trabajo por usted, y créame, no me gustó ni chispa.
Un Diccionario es un libro difícil para leerse de un «cantazo», o poco a poco. Por tal razón y para justificar lo poco que se leerá este libro lo llamamos Diccionario. Este libro es, y me perdonan la comparación, algo así como La Biblia, todos hacen alarde de tenerla pero nadie la lee. Deseamos aclarar que no somos responsables si usted se muere de la risa leyendo esta burundanga, y mucho menos si se muere de aburrimiento, o si su encarecido y amado intelecto, motivo de alarde en reuniones sociales, sobre todo las que celebra en la barra de la esquina, resulta perjudicado, o embrutecido, aunque es esa nuestra intención, a parte, naturalmente, de proveerle suficiente material para leer en sus noches de insomnio y de pertrecharlo con suficiente abasto de papel para ser utilizado como papel de inodoro en épocas de huracanes o de emergencia nacional.
Sabemos que este libro, definitivamente habrá de ocupar un lugar privilegiado en las bibliotecas de aquellos que, al igual que usted, tengan la osadía de comprarlo. En él encontrarán la palabra adecuada para comenzar un discurso, o iniciar una conversación, o simplemente para convertirse en el «Alma de la fiesta». Todos los días, religiosamente, lea una página, apréndasela de memoria y salga a la calle a amargarle la existencia a los demás, y cuando se le acaben las páginas compre el próximo tomo, o el anterior, que aún no sabemos cuál de ellos escribiremos.
Este libro aparece identificado como Tomo 2, ya que al igual que los millones, siempre se ha dicho que resulta más fácil hacer el segundo que el primero, además por querer acabar con aquello de que segundas partes nunca han sido buenas.
Pero veamos qué es un Diccionario. La RAE -Real Academia Española- lo define como «Catálogo de noticias o datos de un mismo género, ordenado alfabéticamente…» Encontramos que los Diccionarios se clasifican por temas. Así tenemos:
Diccionario Enciclopédico
Diccionario que, además de las palabras comunes de una lengua, contiene nombres propios de destacados personajes, acontecimientos, lugares, etc.
Diccionario Histórico
Diccionario que aspira a contener todas las palabras de una lengua que existen y han existido, así como las variantes que presentan.
Diccionario Ideológico
Diccionario que asocia y ordena las palabras conceptualmente.
Diccionario Histórico
Diccionario que aspira a contener todas las palabras de una lengua que existen y han existido, así como las variantes que presentan.
Mi Padre tenía razón. La RAE «no se ocupa, ni de la lengua larga, ni de la lengua viperina, ni de la lengua de trapo, ni de la almibarada, ni de la de estropajo y mucho menos de la Lengua Mechada».
Hablando de los españoles y de la Lengua Mechada nos damos cuenta de que ellos -los españoles- aparte de venir a exterminar los indios y llevarse el oro nos fastidiaron la vida dejándonos una «Lengua Machista.» Para los que no quieren creerlo o no están de acuerdo conmigo -que me importa muy poco- veamos unas pocas definiciones y juzgue usted amigo lector.
Dios
Creador del universo y cuya divinidad se transmitió a su Hijo Varón por línea paterna.
Diosa
Ser mitológico de culturas supersticiosas, obsoletas y olvidadas.
Patrimonio
Conjunto de bienes.
Matrimonio
Conjunto de males.
Héroe
Ídolo.
Heroina
Droga.
Atrevido
Osado,valiente.
Atrevida
Insolente, mal educada.
Soltero
Codiciado, inteligente, hábil.
Soltera
Jamona, quedada, solterona, lenta, o mujer a la que ya se le fue el tren.
Suegro
Padre político.
Suegra
Bruja, entrometida.
Machista
Hombre macho.
Feminista
Lesbiana.
Don Juan
Hombre en todo el sentido de la palabra.
Doña Juana
Mujer Chismosa. La mujer de la limpieza. La señora que vende empanadas.
Me imagino y quiero creer que se estarán preguntando quién es este mequetrefe que pretende hablar con tanta autoridad como para escribir un Diccionario. No tienen por qué preocuparse. A medida que vayan leyendo se darán cuenta de que este libro no se encajona -con a-, a ninguna de las definiciones de la RAE, ni de ninguna otra organización. Así que duélale a quien le duela hemos creado -para dar autoridad al libro- la RADLEMOLEMP -Real Academia de la Lengua Mechada, otras lenguas y Muchas Pendejás.
Antes de continuar quiero contar una pequeña anécdota: Una maestra, de clase bíblica para niños, le hablaba sobre los acontecimientos ocurridos en el Antiguo Testamento donde Dios enviaba a ángeles y no tan ángeles a acabar con ciudades enteras, casos de fornicación y adulterio, asesinatos, en fin más o menos igual las cosas a como las vivimos hoy. Habiendo terminado su exhortación le dice a los niños que quiere escuchar su parecer sobre lo antes expuesto.
La primera niña en levantarse le dijo tranquilamente: «No tiene por qué preocuparse. Todo eso sucedió antes de que Dios fuera Cristiano» Todavía, hoy día, la maestra visita las farmacias del pueblo en busca de calmantes para los nervios. ¿Por qué cuento esta anécdota? Por una simple y llana razón -que no es tan simple ni tan llana y mucho menos la razón-: Todo lo malo que aparece en este libro se escribió, copió y utilizó antes de ser yo cristiano.
Muchos cristianos se preguntarán y me preguntarán por qué no lo eliminé, y tienen razón al preguntar. Pude haberlo hecho, pero nadie echa fuera un hijo, aunque sea de crianza por ser feo y malo. Nadie ha pedido que eliminen Libros del Viejo Testamento que hacen ver a Zeus y Júpiter como nenes de Tetas al lado de un Dios iracundo, vengativo, capaz de utilizar cualquier medio para lograr un fin. Además, ello, ni atenta contra la moral ni es materia de salvación, si acaso, tal vez, una que otra mala palabra, que será buena o mala de acuerdo a quien la lea. Como bien dijera mi dilecto amigo José Angel Buesa: «Una flor nace o muere de acuerdo a quien la corta»