Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
MCNB -Poeta y músico puertorriqueño, nacido en Hatillo en 1892 y fallecido en Río Grande el 2 de abril de 1922. Firmó muchos de sus escritos literarios con el pseudónimo de «Peache». Autor de una singularísima producción poética que, desde el legado romántico de Bécquer y los nuevos postulados modernistas, inundó de virtuosismo y musicalidad la poesía antillana de comienzos del siglo XX, fue también uno de los compositores musicales más conocidos de su tiempo.
Cantor modernista, maestro de un magnífico virtuosismo en el manejo del instrumento métrico, manejó con elegancia y esmero el endecasílabo, y fue un experto en los versos de arte menor. Su poesía es sencilla y emotiva, meridiana en su expresión bella, sonora, y de una gran visión de buena lírica. En su poemática se vislumbra una tonalidad íntima de neorromanticismo, sobre todo a la manera de Bécquer.
Su temprana vocación artística le impulsó a recibir clases de música desde su infancia y durante buena parte de su adolescencia. Fue precisamente uno de sus profesores de música, don Liborio Millán, quien le ayudó de forma decisiva para que, desde su humilde condición, pudiera desarrollar unos estudios superiores que le permitieron licenciarse en Farmacia y ejercer como farmacéutico en diferentes lugares de su Puerto Rico natal, hasta que se asentó definitivamente en el que sería su pueblo de adopción, Río Grande, donde murió de forma prematura en 1922, a los treinta años de edad. A pesar de su corta existencia, la precocidad literaria de que hizo gala el joven José P. H. Hernández permitió que quedara estampado uno de los legados poéticos más ricos de las Letras puertorriqueñas, caracterizado por su perfección formal en el manejo del endecasílabo, así como en la ejecución de versos y estrofas de arte menor.
En efecto, de la producción poética de «Peache» conviene destacar, antes que nada, su virtuosismo métrico, heredado de la honda preocupación sonora, formal y melódica de los maestros modernistas hispanoamericanos. Sin embargo, en lo que atañe a los contenidos de sus versos, el autor de Hatillo huyó de la sofisticación, el culturalismo y el exotismo modernistas para indagar en los aspectos más sencillos y emotivos que rodeaban su vida, siempre dentro de un tono de intimismo sincero y depurado que revela la ya señalada influencia del tardío romanticismo becqueriano. Junto a este espacio interior, en la imaginería temática de José P. H. Hernández cobra una gran importancia el paisaje -que se convierte en un fondo grisáceo muy adecuado para la tristeza de sus sentimientos-, así como la añoranza de los amores lejanos, la intensidad espiritual de índole religiosa, la constante amenaza de la muerte y, como es de esperar en cualquier obra definida desde los parámetros románticos, una sensualidad angustiosa que se manifiesta siempre de forma culpable y desgarrada.
Verso de mediastintas, musical y correcto, exhibe en sus voces líricas el tema del paisaje como fondo de sus tristes sentimientos, el motivo de un amor contenido y lejano, la religiosidad intensa, la preocupación por la muerte, y un sensualismo en medios tonos grises de angustia desgarradora.
Entre los volúmenes de poemas que dio a la imprenta José P. H. Hernández, resulta obligado recordar los titulados Coplas de la vereda (1919) y El último combate (1922). En ediciones póstumas, vieron la luz también Cantos de la sierra (1922) y Antología poética (1956), una valiosa recopilación de sus versos que, desde el patrocinio del Ateneo Puertorriqueño, realizó el editor y prologuista Manuel Siaca Rivera.
Por lo demás, su legado cultural al pueblo que le vio nacer se enriqueció notablemente con algunas composiciones líricas tan celebradas por sus contemporáneos como «Nocturno místico», «Rojo hilo», «¿Por qué, padre mío?», «Dame un beso», «Hijo mío», «Bohemia», «Canto a la fe», «Eloí», «Ella vendrá» y, sobre todo, su famosísimo «Madrigal».
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