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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
La Industria Cafetalera a fines del Siglo XIX

La Industria Cafetalera a fines del Siglo XIX

La ubicación de la mencionada escuela confirma el crecimiento de la densidad poblacional de la altura. A fines del siglo 19, la migración interna en busca de los jornales cafetaleros había hecho a la altura centro-occidental la región de mayor población rural en la isla [Bergad, 1978, p.72]. Los desajustes sociales de la migración, el dominio de extranjeros sobre la industria cafetalera, la tirantez entre deudores y acreedores, las ejecuciones de hipotecas, las cuentas insaldables en las tiendas de raya, los desahucios y otras situaciones conflictivas, magnificadas por las fortunas que se estaban haciendo en medio de la pobreza del cafetal, causaron gran rebeldía. Esta culminó en ataques nocturnos a haciendas y comercios entre 1885 y 1891, y nuevamente en 1898 y 1899 [Díaz Hernández, 1983, pp.56-57; Picó, 1987, pp.36-39 y pp.81-144] y en la abortada insurrección del 1897 conocida como la Intentona de Yauco [Cruz Monclova, 1970, III, 3ra parte, pp.41-51].

Los eventos revolucionarios del siglo 19 estuvieron intimamente vinculados a personajes de la industria cafetalera. Fueron hacendados, como Rojas, Pol y Brugman, y trabajadores cafetaleros los que fraguaron el Grito de Lares; comerciantes, productores y trabajadores cafetaleros (entre ellos el exportador Antonio Mattei Lluveras) los que conspiraron en 1897, y fueron contenidos por un productor y comerciante cafetalero (Francisco Lluch Barrera, catalán) que servía entonces como alcalde de Yauco. Fue un comerciante cafetalero (Lucas Solivellas, mallorquín) quien agasajaba a la oficialidad española cuando ésta visitaba a Yauco, y un productor cafetalero (Antonio Rodríguez) quién hospedóen esa misma ciudad a los oficiales norteamericanos que comandaban la invasión.

Según el Censo de 1899, el 41% del área cultivada de Puerto Rico estaba dedicada al café. Las aproximadamente 197,000 cuerdas se distribuían en 21,693 haciendas y estancias pertenecientes a casi el mismo número de personas. Las fincas, promediando 9 cuerdas cada una, pertenecían en su mayoría a pequeños agricultores. Suponiendo un trabajador por cada 5 cuerdas de las 100,000 correspondientes a las fincas más grandes (las pequeñas no usarían más mano de obra que la familiar), habría 20,000 personas trabajando permanentemente, agregados o a jornal. A base de las 5.3 personas por familia que documenta el referido censo, habría unas 220,000 personas, dependiendo total o principalmente del café. Al sumar a los 200,000 recogedores de café (uno por cuerda), a las personas que trabajan en la fase industrial y comercial del café, a los muleros, trabajadores de muelles, etc. que dependen en buena medida del café podemos estimar que el café sostenía total o significativamente a la mitad de la población del Puerto Rico de fines del siglo pasado. Las cosechas de 600,000 quintales que se obtenían significaban, a razón de una paga promedio de 1.5 pesos por quintal, 900,000 pesos que se distribuían en la región durante los dos o tres meses de duración de la cosecha. –Esta sección amplía razonamientos expuestos por Van Leenhoff [1904, pp.1-3].

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