Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Frank H. Wadsworth- Con la llegada de los europeos aumentó la demanda por casas y muebles de las maderas más finas y de los árboles mayores, como el laurel sabino, la jagüilla y el tabonuco. Estos árboles, localizados en las montañas distantes, eran imposibles de extraer sin reducir las trozas a pedazos más pequeños.
Frank H. Wadsworth- Con la llegada de los europeos aumentó la demanda por casas y muebles de las maderas más finas y de los árboles mayores, como el laurel sabino, la jagüilla y el tabonuco. Estos árboles, localizados en las montañas distantes, eran imposibles de extraer sin reducir las trozas a pedazos más pequeños.
Para lograrlo, se construía una plataforma cerca del árbol cortado y se rodaban las trozas encima. Luego se marcaban con un cordón cubierto de carbón y se aserraban. El hombre de arriba subía el serrote y el de abajo lo halaba.
Luego de que los troncos grandes se aserraban en el bosque, los pedazos menores eran sacados por bueyes hasta una carretera o un aserradero cercano. Este arrastre requería bueyes bien adiestrados y pacientes. El arrastre de trozas sobre el suelo húmedo del Bosque de El Yunque produjo cunetas fangosas. Algunas todavía se encuentran allí.
Donde el terreno era muy difícil, las trozas se aserraban en el bosque hasta producir la madera final. En este caso la madera se traía hasta la carretera al hombro por senderos que no afectaron el suelo. La precisión del proceso manual se observa en esta foto de madera de tabonuco producida en el Bosque de Toro Negro. En terrenos menos inclinados y más secos fue mucho más fácil extraer trozas con bueyes. Los bueyes, por tener patas blandas, no podían trabajar en suelos pedregosos pero eran más tranquilos que los caballos y no necesitaban comida al mediodía. Los bueyes llevaban un yugo de roble y se guiaban por los movimientos de la punta de la lanza del bueyero.
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