Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Dr. Luis E. González Vales: Presidente, Academia Puertorriqueña de la Historia; Historiador Oficial de Puerto Rico —Las conmemoraciones de acontecimientos históricos relevantes, como la que nos convoca en esta ocasión: la Rebelión Taína de 1511, constituyen oportunidades para reflexionar a la luz de la nueva documentación, momentos de nuestra historia.
El programa confeccionado por el historiador Sebastián Robiou, Presidente de la Fundación Cultural Educativa, promete ser una de esas oportunidades. En estos dos días, una serie de estudiosos han de enfocar el hecho histórico desde las perspectivas más diversas en un afán por arrojar nuevas luces sobre la resistencia taína a la conquista y colonización española iniciada en 1508 por Juan Ponce de León y sus acompañantes. Hace casi cuatro décadas, en 1974, la notable historiadora y maestra Isabel Gutiérrez del Arroyo publicó un erudito ensayo “Conjunción de elementos del medioevo y la modernidad en la conquista y colonización de Puerto Rico”. En dicho escrito nos ofreció una serie de parámetros para entender la mentalidad de los hombres que llevaron a cabo los mencionados procesos. Hoy, cuando los estudios sobre las mentalidades están tan de moda es de rigor volver a examinar dicho ensayo para evitar incurrir en anacronismos y pedir a los hombres del siglo XVI que respondieran a criterios contemporáneos en torno al fenómeno de la conquista.
No estaba sola nuestra insigne historiadora en esa tarea. Ya en la década de 1920’s el historiador venezolano Rufino Blanco Fombona había publicado una obra El conquistador español del siglo XVI en que hacía un planeamiento similar. No se trata de otra cosa que no sea entender el fenómeno histórico desde la perspectiva del tiempo en que ocurre. La publicación de la obra del benedictino Fray Íñigo Abbad y Lasierra, Historia Geográfica, Civil y Política de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, cuya primera edición se publica en 1788 y de la que sesenta y ocho años después José Julián Acosta publica una nueva edición en 1866 con copiosas notas, que Gervacio Luis García cataloga con acierto en la Introducción “La Primera Historia Puertorriqueña” en los capítulos V al VIII nos brinda un primer relato comprensivo sobre la sublevación general de los indios, la muerte de Diego Salcedo y Cristóbal Sotomayor, así como otros sucesos acaecidos en la Isla en 1511.
El relato recogido por Abbad está fundamentado en los escritos de los cronistas Gonzalo Fernández de Oviedo y Antonio De Herrera y la obra del Abate Raynal. Acosta, quien junto a Román Baldorioty de Castro, Alejandro Tapia y Rivera y otros jóvenes puertorriqueños de la Sociedad Recolectora de Documentos, se había dado en Madrid a la tarea de escudriñar archivos y bibliotecas públicas y privadas en busca de documentos primarios sobre la historia de Puerto Rico así lo identifica.
El esfuerzo de este grupo cristaliza en 1854 en la publicación por Alejandro Tapia y Rivera de la Biblioteca histórica de Puerto Rico, nuestra primera colección documental que contiene documentos de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII. Y de la cual existen varias ediciones, la segunda de 1945. La obra contiene fragmentos de la Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández entre los que están los capítulos relacionados con las muertes de Salcedo y Sotomayor y la rebelión indígena de 1511. En adición a los fragmentos de Oviedo, la Biblioteca recoge fragmentos de la Crónica general de las Indias de Antonio de Herrera. Al igual que en el caso de la anterior, están recogidos varios capítulos relacionados con la rebelión de 1511. Los fragmentos de estas dos obras son las primeras fuentes documentales que se manejan relacionadas con el tema que nos ocupa. Más adelante, al comentar sobre la obra de Monseñor Vicente Murga y su Historia documental de Puerto Rico veremos el juicio que le merecen ambas. Esta monumental colección, continuada por Fray Álvaro Huerga, ya va por el tomo XIX. Los tomos más recientes se han publicado gracias a los esfuerzos conjuntos de este Centro de Estudios Avanzados, de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y de la Academia Puertorriqueña de la Historia.
Salvador Brau, segundo Historiador Oficial de Puerto Rico, es el autor del estudio más abarcador publicado en la primera mitad del siglo XX sobre el proceso de la colonización. La colonización de Puerto Rico (1907) ha visto tres ediciones, la más reciente de 1955. Publicada bajo el sello del Instituto de Cultura Puertorriqueña fue anotada cuidadosamente por Isabel Gutiérrez del Arroyo parangonando lo que un siglo antes había hecho Acosta con la Historia de Abbad.
Brau contextualiza el proceso de la colonización en Puerto Rico en los primeros cuatro capítulos dedicados a historiar del descubrimiento o encuentro entre dos mundos, producto de los viajes colombinos, así como la experiencia colonizadora en La Española. A partir de los capítulos V y VI Brau se adentra en la historia de Puerto Rico y provee información sobre los antecedentes y acontecimientos de la Rebelión Taína. La obra concluye con quince apéndices documentales de diversa índole, aunque ninguno contiene referencias directas al tema de la rebelión. Nos parece razonable afirmar que la obra de Brau se convierte en la fuente fundamental para el período de la colonización durante la primera mitad del siglo XX.
Un impulso importante a la revisión de nuestra historia se inicia a partir de la segunda mitad del siglo XX con la publicación de la obra de Monseñor Vicente Murga, entre otros. En 1956 se publica el tomo I de la Historia documental de Puerto Rico: El consejo o cabildo de la ciudad de San Juan de Puerto Rico (1527-1550). Sobre la obra de Murga, Fray Álvaro Huerga nos ha aportado un documentado estudio “Vida y empresas de Vicente Murga en Puerto Rico” recogido en el “Cedulario Puertorriqueño III (1526-1528)”. El tomo V de la Historia documental de Puerto Rico (1986).
Este tomo I al que hemos hecho referencia viene precedido por una extensa Introducción de 79 páginas en la que Murga aborda una serie de temas relacionados con la Rebelión Taína de 1511 y algunos de los principales protagonistas. Veamos algunos de ellos. Cristóbal de Sotomayor, de origen noble, pasará a la isla de San Juan y se convertirá en el primer noble que muere a manos de los indios. Hijo de los Condes de Camiña, es autorizado por el Rey Fernando a pasar a las Indias. El 9 de enero de 1509 el monarca emite dos cédulas, una para los oficiales de la Casa de la Contratación y otra para Don Diego Colón recomendando la persona de Don Cristóbal cuyo destino es la isla de San Juan y solicita que se le facilite todo lo necesario (pag. XVIII-XIX), pero la más importante es la que le dirige al propio Sotomayor.
En esa cédula el Rey le concede “licencia e facultad” para ir él y todas las personas que quisieran ir con el a “poblar y estar y pobléis y estéis en cualquier lugar o parte….de toda la isla de San Juan” y que se le otorguen tierras y naborias como se hace en la isla Española. El tomo I del Cedulario Puertorriqueño (1505-1517) (Tomo III, 1961) contiene 3 cédulas con fecha de 9 de enero de 1509 a los oficiales de la Casa de la Contratación para que le permitan “llevar dos caballos y dos yeguas” otra a Diego Colón recomendándole a Sotomayor y la tercera al gobernador de la isla para que favorezca a Don Cristóbal y a seis oficiales que trabajen en la construcción de la Casa de Fundación.
Una cuarta cédula, dirigida “al gobernador que fuere de la isla de San Juan”, estipula que se le conceda vecindad, indios y naborias, tanto a Cristóbal de Sotomayor como a sus acompañantes. El Virrey Diego Colón le quita los indios a Ponce de León para dárselos a Sotomayor asignándole el cacique Agüeybana y seiscientos indios. Juan Cerón, quien esta ejerciendo la gobernación como Teniente de Don Diego hace el primer repartimiento de indios y le quita a Ponce de León los que tenía y los da a los vecinos “según las mercedes reales o capricho de su voluntad” (Murga 1956, XXIV).
La muerte de Sotomayor es narrada por el propio Ponce de León en una probanza hecha en Valladolid el 8 de septiembre de 1514 a petición de Diego de Sotomayor, su hermano, en nombre del hijo de Don Cristóbal. El interrogatorio consta de cuatro preguntas y tiene como finalidad establecer los derechos de Pedro a los bienes de su difunto padre. Ponce de León es el principal de los testigos afirmando que tenía en encomienda al cacique Agüeybana. Que “el cacique con sus capitanes e caciques a el sujetos tenia mas de seiscientos indios”. La muerte de Sotomayor ocurre en el mes de septiembre de 1510 (Murga: 1956, XXXIV).
Mario Hernández, uno de los que vino con Sotomayor en una probanza de 22 de julio de 1530, dice que fue uno de los vecinos del pueblo de Guánica y que luego pasó “al nuevo pueblo en la región de Aguada”. Estando en dicho pueblo los indios se alzaron y quemaron el pueblo y “nos hicieron guerra”. Que los indios le quemaron su casa y se vino a la ciudad de Puerto Rico. Murga en su obra Juan Ponce de Leon – Fundador y primer gobernador del pueblo puertorriqueño (1971) dedica el capítulo III de dicha obra a historiar los asesinatos de Sotomayor, su sobrino Diego y los españoles que con ellos vivían y el asalto e incendio de la Villa de Sotomayor o Távara. Estos hechos constituyen la declaración de guerra de los indios a los españoles a comienzos de 1511. Murga da como fechas de la rebelión 1510-1511.
Sotomayor, no conforme con la encomienda recibida del Almirante Don Diego, intentó subyugar a otros caciques para dar a estos el maltrato que a los otros. Diego de Cuellar, quien acompañó a Sotomayor desde Valladolid, perdió un ojo al intentar subyugar al cacique Hucuyoa. Ponce de León lo amonestó y ante el temor de que le quitasen los indios, Sotomayor elevó una petición al monarca. El Rey Fernando el 26 de febrero de 1511 envía dos reales cédulas a Ponce de León para que no despoje a Sotomayor ni a su sobrino del “cacique y los indios que le han señalado”. El monarca le pide a Ponce que lo ampare, a no ser que el dicho Sotomayor cometa cosa “por que deba y merezca perder dicho cacique e indios en cumplimiento de las normas establecidas”. El malestar que se generó entre los caciques les llevó a complotar un levantamiento contra Sotomayor y los españoles a sus órdenes. Don Cristóbal fue a Caparra a informar a Ponce de León quien le recomendó no volviese a su Hacienda y si lo hiciese fuese bien acompañado. En vista de la tensa situación, Sotomayor llamó al intérprete Juan González, conocedor de la lengua y costumbres de los indios para que obtuviese información de la conjura que estaba gestándose. González le advirtió que los indios planeaban asesinarlo junto con todos los que estaban con él y le aconsejó que huyera, lo que aquel no aceptó. Tres días más tarde los indios mataron a Sotomayor y a los españoles que estaban con él. González, mal herido se salvó escondiéndose y escapó llegando con la noticia del alzamiento a la Rivera del Toa. Desde allí Andrés López envió un mensajero para comunicar a Ponce de León lo ocurrido.
La probanza y petición de Juan González hecha en México el 18 de junio de 1532 constituye una fuente primaria para conocer lo pasado. Aunque citada en forma fragmentada no es hasta que Aurelio Tió la reproduce en su obra Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico (1961) que el texto se conoce en su totalidad. Las probanzas son documentos producidos a petición del interesado con el fin de probar méritos que justifiquen la petición de Mercedes. No obstante los hechos descritos pueden ser susceptibles de comprobación mediante la comparación con otras fuentes documentales. Ponce de León, en contestación a la pregunta segunda de la probanza de Valladolid solicitada por el hermano de Sotomayor, anteriormente aludida, ordenó saliera una partida de 50 hombres para buscar y enterrar a Sotomayor. 26 | Ponencia | 5to Centenario de la Rebelión Taína
Los taínos, con sus respectivos caciques a la cabeza, asaltaron al mediodía el poblado de Sotomayor. Los españoles montaron una resistencia notable y cinco de ellos murieron mientras los demás fueron heridos. El poblado fue quemado. Alguno de los heridos se adelantó para avisar a Ponce de León, quien organizó a los hombres disponibles -españoles e indios – para marchar hacia Aguada. Cuando se disponían a salir llegó el grupo de sobrevivientes quienes contaron lo sucedido (AGI Patronato, log. 51 ramo 1° Información de los meritos y servicios de Martín Hernández).
Ponce de León fija el campamento cerca de la Hacienda de Sotomayor donde encuentra, según expresa, en contestación a la tercera pregunta de la probanza de Valladolid antes mencionada, montones de yuca para alimentar a los que con el iban, españoles e indios y de los cuales se valieron también grupos de los indios en guerra. Ponce da batalla a los indios, en exceso de 500 y sofoca la rebelión, captura los cabecillas y reparte los indios de nuevo en encomienda. Los prisioneros son vendidos en almoneda entre los vecinos. De regreso a Caparra Ponce de León requerirá dos veces a los otros caciques alzados que reconozcan la autoridad del Rey y el vasallaje. Y si así lo hacían serían perdonados. Se trata del famoso requerimiento elaborado por Palacio Rubio. Solo dos se sometieron.
Esta vez será el Gobernador Ponce quien declara la guerra a los indios y envía fuerzas a combatirlos bajo los capitanes Luis de Añasco, Sancho de Arango y Diego de Salazar. Al aprestarse al enfrentamiento un arcabucero alcanza a herir a Agüeybana II a quien lo consideran muerto. Como los indios carecen de una cadena de mando que permita a otro cacique asumir la dirección de las huestes indígenas, éstos se retiran y la guerra se da por concluida. Como veremos más adelante, tal suposición estaba totalmente equivocada. Lo que ha de ocurrir, y así lo demuestran una serie de fuentes documentales hoy conocidas, es un cambio de táctica por parte de los taínos que mediante una serie de acciones que pudiéramos catalogar de guerrilla continuarán, luego de replegarse hacía el interior montañoso de la Isla, atacando los asientos de los españoles, especialmente aquellos aislados. Más adelante volveremos a retomar el tema.
Murga ha de levantar una serie de críticas a los relatos de los cronistas Oviedo, Herrera, Martín de Anglería, López de Gómara, Las Casas y Juan de Castellanos, por mencionar los más conocidos. De todos ellos Oviedo es el único que señala haber hablado con Ponce de León y algunos otros de los participantes en la guerra.
La lectura de Oviedo, según Murga, refleja un enfoque sensacionalista cuyo propósito es exaltar la gesta de los conquistadores españoles frente a unos indios calculadores y expertos en estrategia. A él debemos el mito de la muerte de Diego Salcedo, la alianza de los taínos con sus enemigos tradicionales los caribes y unos cálculos exagerados de los indios participantes.
Herrera es responsable de inflar los números de caciques e indios al calcular que 11,000 de ellos participaron en la batalla final. También es el autor de la Historia general de los hechos de los castellanos quien en la década 1ª, libro 7, capítulo 13 y libro 8, capítulo 13 recoge los detalles de dicho encuentro final, así como el de la supuesta muerte de Agüeybaná II a manos de un arcabucero español en los preliminares con el abandono por parte de los indios del campo de batalla.
Oviedo se convierte en la fuente en la cual se fundan casi todos los demás cronistas mencionados al comienzo.
Emerge una nueva visión
A partir de la publicación por Tió de la probanza de Juan González van apareciendo nuevas interpretaciones sobre la rebelión de 1511 y sobre la lucha continuada de los taínos contra los españoles a lo largo de varias de las décadas iniciales del siglo XVI.
Quiero centrar mi atención en esta última parte de mi comunicación en los trabajos de Miguel Rodríguez López quien me precedió y que recoge en Crónicas taínas (cuatro ensayos de lucha e identidad) 2010 y en el de Jalil Sued Badillo, Agueybana el Bravo de 2008.
Comencemos por los ensayos de Miguel Rodríguez y en particular el que titula “La segunda guerra contra los taínos de Boriquen”. En ese primer ensayo Rodríguez establece que la guerra y la resistencia de los taínos se prolongó más allá del levantamiento general indígena de 1511. A través del uso juicioso de la Probanza de Juan González. Según Aurelio Tió en el libro Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico (1961), todos los que han citado el documento previamente lo han interpretado mal, toda ves que la citas del mismo estaban fuera de contexto. Brau hace un extracto del mismo que a su vez es un extracto del documento original publicado por el historiador chileno José Toribio Medina.
La probanza contiene un total de 27 preguntas de las cuales las primeras catorce tienen que ver con la participación de Juan González Ponce de León en la conquista y colonización de Puerto Rico. Las preguntas a partir de la sexta tienen que ver con la muerte de Sotomayor y la rebelión de los taínos y culminan con el traslado de los caciques prisioneros a la isla La Española y su entrega al Almirante Diego Colón.
Rodríguez, luego de un análisis minucioso del documento así como de las Cuentas de la Real Hacienda de Puerto Rico (Tanodi 1971; 2009) prepara una tabla de entradas y cabalgadas: 1511-1513 que contiene un total de 43 entradas señalando los capitanes españoles que las hacen y los resultados. Rodríguez usa las Cuentas como documento histórico y puede documentar la prolongación de la Rebelión Taína más allá del 1511.
Más en lo que a mi respecta las aportaciones más novedosas y de mayor impacto sobre el tema que nos convoca son las que nos ofrece Jalil Sued Badillo en su documentado estudio El Dorado Borincano: La economía de la conquista 1510-1550, pero sobre todo la aportación singular que hace en su más reciente libro Agüeybana El Bravo la primera obra es de 2001 y la segunda de 2009, ambas publicadas por Ediciones Puerto. En la primera de las obras, en el acápite B-5 del capítulo inicial “Del cacicazgo a la colonia”, el autor dedica unas apretadas páginas al tema de la resistencia indígena. Comienza el proceso de ir desmontando el relato de Fernández de Oviedo. Es claro en señalar que Ponce no puede controlar las actividades de Cristóbal de Sotomayor lo que producirá un deterioro en las relaciones entre españoles e indios con las consecuencias a que ya nos hemos referido. Argumenta que el levantamiento de los taínos “no ha sido trabajado responsablemente en nuestra historiografía” y procede a señalar múltiples instancias en los años subsiguientes a 1511 en que los indios, refugiados en su mayoría en el interior montañoso de la Isla se dedicaron a atacar a los españoles y montaron una verdadera guerra de guerrillas que perduró por varias décadas.
Si interesantes y novedosos son los planteamientos recogidos en esa primera obra, más impactantes son los revelados en la segunda. La figura central es Agüeynabá II o como el le llama El Bravo, líder del alzamiento de 1511 y quien según todos los relatos de los cronistas muere a consecuencia de un tiro de arcabuz.
Sued Badillo, utilizando una sólida documentación histórica rechaza el que Agüeybana hubiese muerto en esa segunda guerra y lo ubica participando en varias acciones posteriores que le convierten en símbolo de la resistencia indígena frente al español. Estos breves apuntes sirven para señalar la importancia de revisar la visión tradicional de la Rebelión Taína. La existencia de una rica y variada documentación nos coloca en unas circunstancias idóneas para acometer esa revisión. Si algo hace interesante la historia es que nunca se acaba de escribir, que siempre es nueva. No dudo que los trabajos que se presentarán mañana en este Simposio han de servir para enriquecer el conocimiento que tenemos de ese importante acontecimiento de nuestra historia cuyo Quinto Centenario se cumple este año.
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