Luego de que un cataclismo ocurrido hace cientos de años propiciara el levantamiento de lo que hoy es Lajas, Guánica, Cabo Rojo y de que una gigantesca ola marina se desplazara a través de toda la región sur, rebasando la Cordillera Central a la altura de Cayey y atrechando hacia el valle del Turabo, para llegar hasta la falda del cerro de Gurabo, quedó atrapada -cerca de lo que hoy se conoce como la escalera Zenón Vázquez- una sirena a quien un grupo de niños protegieron, alimentándola y escondiéndola entre sus familiares. Los niños no tan sólo la sobreprotegieron, sino que le transmitieron el amor más puro y desinteresado, colmándola de alegrías y creando con ello las condiciones para su inusitada vitalidad”.
De ahí vino una “transfiguración” y con el pasar del tiempo “fue tanta la genuflexión hacia lo extraño o extranjero, hacia lo cómodo o dependiente, fue tanto el maltrato a nuestro ambiente y hacia nuestros niños -hacia esos mismos niños que tanto ella quiso- que prefirió ocultarse y retornar al mar”.
La leyenda establece que por cada acción envilecedora, por cada atropello a los niños o a sus madres, por cada indolencia de las autoridades o mayores, la sirena dijo que los colores del cerro se irían desvaneciendo hasta adquirir un tono cada vez más grisáceo y tísico, un carácter paulatinamente sepulcral. “Algo que en efecto pasó y así se comprobó lo revelado a don Fruto Ayala en la segunda aparición que le dispensó la virgen durante una noche de luna plena y de lluvias torrenciales”.

Pedro Tomás García de Quevedo
AÑASCO 1865-1936: Nació el 1 de diciembre. Uno de los 9 hijos de Ma- nuel Aquilino García