Hay un mar de acontecimientos interesantes en la política puertorriqueña entre la elección general de 1920 y la siguiente. Primero, el empuje electoral del Partido Socialista y el estancamiento del Republicano asusta al liderato de éste último como al del Unionista. Consecuencias habrá.
A partir de la elección, el liderato unionista agita fuertemente la oratoria independentista. De hecho, al partir hacia Washington en gestiones políticas, Barceló se despide de sus amigos diciéndoles: «Dejádme ir a Washington a pedir la Independencia». Para estos días, importantes líderes unionistas fundan dos entidades cuyo fin es fomentar la búsqueda de la independencia para la Isla y ahogar la voz autonomista de otros importantes líderes de la Unión. La Asociación Independentista es presidida por José S. Alegría, mientras que la Asociación Nacionalista es dirigida por José Coll y Cuchí. Ambos líderes insisten en que no es su propósito provocar una división en las filas del unionismo. Mientras tanto, arriba a la Isla un nuevo gobernador norteamericano: el controversial E. Montgomery Reily, a quien Iglesias ha de poner el mote – rápidamente hecho famoso – de Moncho Reyes. En su discurso inaugural del 30 de julio de 1921, el nuevo gobernador provoca profunda indignación en los campos Unionista y Socialista, y en el del trabajo, al hacer, entre otras, las siguientes advertencias:
«Durante los últimos pocos años ha existido considerable conflicto aquí entre las fuerzas del trabajo y las del capital. Para mí, es ésta una situación muy de sentirse y cuán feliz sería yo si pudiera, en alguna forma, ayudar a arreglar estas diferencias. El capital no puede lograr el éxito sin el trabajo, como tampoco el trabajo puede obtenerlo sin el capital. El capital y el trabajo van de manos en el mundo de los negocios y del progreso, y ninguno de los dos puede alcanzar éxito sin la absoluta lealtad y confianza del otro. Mi más profunda simpatía va naturalmente con aquellos que trabajan y que ganan su vida con el sudor de su frente… Al mismo tiempo siento un completo desprecio por cualquier líder obrero o agitador laborista que patrocine el Bolchevismo y cuyo único mérito sea el promover contiendas y discordias entre sus camaradas del trabajo. El mundo del trabajo estaría mejor sin sus consejos o jefaturas. He observado que ordinariamente el agitador obrero ‘ni trabaja, ni hila’…
Nuestro sin igual Presidente, un Presidente de todos los pueblos a quienes gobierna, y nuestro gran Secretario de la Guerra, John W. Weeks, están tan altamente interesados en el pueblo puertorriqueño como en el de cualquier Estado de la Unión Continental. Ellos se sentirían profundamente angustiados al ver sentimiento alguno o aspiración alguna creciente cuya tendencia fuera algún pensamiento o idea independentista. Ha llegado hasta mí que la agitación de independencia en esta Isla procede, en gran parte, de extranjeros. Si eso es lo cierto, deseo que sepáis claramente que no hay lugar en Puerto Rico para ningún extranjero que no esté dispuesto a sostener y a apoyar a nuestro gobierno establecido. Tampoco hay simpatía alguna o esperanza posible en los Estados Unidos para la independencia de Puerto Rico, procedente de ningún individuo o de ningún partido político. No permitáis que ningún hombre o periódico os engañe. Las últimas dos grandes convenciones nacionales celebradas en los Estados Unidos, la Demócrata y la Republicana, unánimemente se declararon en contra de la independencia de Puerto Rico. Tampoco, amigos míos, hay lugar alguno en estas islas para ninguna bandera excepto la bandera de nuestra amada patria común, las franjas y las estrellas, y jamás lo habrá. Mientras ‘Old Glory’ flote sobre los Estados Unidos, continuará flotando sobre Puerto Rico. ‘Old Glory’ ha venido para permanecer aquí.
Si una mayoría del pueblo de Puerto Rico desea un cambio en su gobierno, yo sugeriría que pidiera la estadidad y cesara de fomentar una esperanza ilusoria y perdida. Haced vuestros planes para que os coloquéis en la misma condición y situación que prevalecen hoy en New York, Missouri y California, y confiad en el pueblo americano para que os haga perpetua justicia. Si podéis realizar esta feliz condición, podréis entonces elegir a vuestro propio gobernador, a vuestros propios congresistas, y a senadores de los Estados Unidos, y entonces podréis gozar de los privilegios y frutos de la libertad de la estadidad».
El nuevo gobernador procede a destituir a los unionistas de los puestos públicos que ocupan y a sustituirlos con republicanos, quienes no se cansan de expresar su regocijo por los acontecimientos que van surgiendo. Numerosos unionistas insisten en que detrás del discurso de Reily anda su comisionado residente Córdova Dávila, quien asegura no haber tenido participación alguna en el mismo. Sin embargo, al concluir una reunión de la junta central del Partido Unionista, muchos de sus afiliados lanzan sus dardos contra el comisionado residente, mientras gritan: «Viva la Independencia», a lo que Córdova Dávila responde «Viva Puerto Rico Americano».40 La ambivalencia ideológica entre el liderato unionista da curso a otras situaciones análogas. Ante la existencia de bandos unionistas que sostienen posiciones distintas en cuanto a cómo repudiar el discurso de Reily, Barceló – que insta a enarbolar la causa de la independencia inmediata para la Isla – presenta su renuncia a la junta central del partido, la que no le es aceptada. Comisiones de unionistas viajan a Washington a querellarse contra Reily, numerosas comunicaciones telegráficas son enviadas al Congreso en el mismo tenor e incluso se anuncia la próxima radicación de cargos contra el gobernador en el Congreso, pero nada produce los efectos deseados.
En septiembre de 1921 fallece en Santurce el doctor Barbosa. Su muerte, como antes la de Muñoz Rivera en 1916 y la de De Diego en 1918, es profundamente llorada por seguidores y adversarios políticos. Escribe Bolívar Pagán sobre Barbosa:
«A pesar de la crisis política que atravesaba el país y el recrudecimiento de pasiones y ataques entre Unionistas y Republicanos, la prensa Unionista, lo mismo que toda la prensa de todas las ideas y matices, tocaron a la funerala. En galas de luto, hicieron justo reconocimiento al jefe Republicano fallecido. Todos los partidos, la rama ejecutiva del Gobierno, las Cámaras legislativas, la judicatura, las asociaciones profesionales, las organizaciones obreras, logias masónicas, y entidades sociales y cívicas de toda clase, e innumerables escritores y poetas que le ensalzaron y cantaron, y las masas del pueblo acongojadas, se unieron en expresión del inmenso dolor de Puerto Rico al desaparecer Barbosa. Su talento, su vida privada ejemplar y benemérita, la reciedumbre e integridad de su carácter, sus relevantes servicios públicos y su patriotismo, su visión política y su trayectoria firme, recta e invariable de su actuación pública, su infatigable y encendido apostolado por la Estadidad, fueron temas de emocionado elogio y glorificación…».
José Tous Soto asume la presidencia del Partido Republicano Puertorriqueño; Rafael Martínez Nadal ocupa la vicepresidencia.

Antonio Quiñones Calderón
Antonio Quiñones Calderón, periodista e historiador, ha ejercido el periodismo por más de seis décadas y es autor de una treintena de libros sobre asuntos de política y gobierno, incluido Historia Política de Puerto Rico, por el que recibió en 2003 el Primer Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña.
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