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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Los empresario cafetaleros se multiplican y expanden

Los empresario cafetaleros se multiplican y expanden

Los fértiles terrenos vírgenes de la altura eran más productivos y su suelo y clima propiciaban un grano de mayor tamaño que tenía más demanda y conseguía mejor precio en el mercado europeo. Esto impulsó a los exportadores de la segunda mitad del siglo 19 a clasificar el grano por tamaño y a limpiar éste a mano, –21Es posible que estos procesos se hayan estado haciendo desde antes, pero no conocemos menciones anteriores a la década de 1880 de máquinas clasificadoras o de mujeres escogedoras de café.– produciendo un café de máxima calidad en una época en que el café comenzó a subir de precio a nivel mundial.

La creciente rentabilidad del café estimuló a los integrantes con más capital del sistema de mercadeo local (la red de exportadores, comerciantes, pulperos y pequeños agricultores del interior) a expandirse verticalmente buscando absorber las ganancias generadas en otras funciones del sistema. Diversas firmas abarcaron funciones que combinaban comercio con producción, financiamiento o exportación. Ese proceso desplazó y marginó a los menos capitalizados, los pequeños agricultores y los pulperos, especialmente en la altura.

Impulsados por la espiral de precios que comenzó lenta c.1845 y aceleró c.1870, los exportadores más exitosos se convirtieron en grandes sociedades comerciales que establecían sucursales en el interior para refaccionar a hacendados y almacenistas y asegurar su abasto del cada vez mejor cotizado grano. Estos aumentos en el precio mundial fueron producto de acontecimientos y procesos ocurridos en Cuba, Brasil y Java, los tres mayores exportadores cafetaleros de mediados del Siglo 19. En 1853, el quintal de café se pagaba a 6 pesos, y en 1868 había subido al doble; entre 1870 y 1872 subió hasta los 17 pesos por quintal [Bergad, 1983, p.83].

El crédito concedido por los exportadores a los comerciantes de la región cafetalera permitió que éstos invirtieran en aumentar el insumo total de café y la proporcion de café de primera a base de estimular mediante el crédito refaccionario la fundación de haciendas y, por consiguiente, la instalación de máquinas despulpadoras. Este financiamiento se brindó preferentemente a personas con cierto conocimiento cafetalero que tuvieran la confianza del prestamista, lo cual se facilitaba para quien fuera su pariente o tuviera su mismo origen nacional [Bergad, 1983, p.152].

Las haciendas expandieron la producción de café por cuerda mediante la supresión de cultivos de supervivencia y mejoraron la calidad del producto mediante la instalación de maquinaria capaz de producir el café pergamino que podía transformarse en café de primera. En las regiones en las cuales hubo haciendas de mayor escala, su creación –los procesos de adquisición de tierras empleados por algunos hacendados se han documentado en las obras citadas de Díaz Hernández, Carro Figueroa, Baralt, Bergad y Buitrago Ortiz. Estos incluyeron la inversión de ganancias provenientes de otros sectores en la compra de haciendas, el embargo de fincas o haciendas por deudas de refacción o consumo, la repartición de terrenos baldíos, y otros– desplazó y proletarizó a los pequeños agricultores que habían estado supliendo la mayor parte del café al sistema a través de las pulperías. Bergad [1983, pp.87-88] comenta que para c.1885 los pulperos ya no tenían función económica en el mercado cafetalero de la región de Lares.

Entre 1880 y 1896, las mayores haciendas aprovecharon la concurrente expansión del crédito y mejoras en la infraestructura (transportación, servicio de ingeniería, mercadeo, comunicaciones) para aumentar su inversión en maquinaria, estructuras y nuevas siembras. Estas inversiones requirieron capital, cuya única fuente disponible eran los exportadores y, en segunda instancia, los comerciantes.

El éxito de esas haciendas hizo que algunos comerciantes, hacendados azucareros y pulperos con acceso a crédito se dedicaran a fundar haciendas de buen tamaño en las más altas y fértiles tierras del interior más remoto. Los grandes hacendados de la altura resultaron ser, en su inmensa mayoría, inmigrantes de la metrópoli o corsos [Bergad, 1983, pp.148-93]. –De los 24 caficultores con más de 50 cuerdas en café en el municipio de Yauco en 1899, sólo 6 eran criollos [Bergad, 1983, p.189]. En la región de Castañer, localidad donde ocurrieron los últimos repartimientos de baldíos a gran escala, la proporción fue aún mayor.–

Hubo varias formas de integración vertical: comerciantes-refaccionistas de pueblos del interior con sucursales en barrios de la altura; comerciantes del interior con sucursales para exportación ubicadas en puertos; comerciantes-exportadores con sucursales en pueblos del interior; comerciantes-hacendados, hacendados-exportadores, pulperos-hacendados, y combinaciones de éstos.

Aunque no hubo una forma de integración dominante, los empresarios cafetaleros de mayor éxito integraban verticalmente varias funciones. Los mayores hacendados de Yauco, Lares y Maricao, Domingo Mariani, Ramón Frontera Pons, Natali Hermanos y Bartolomei Molini & Cía., tenían almacenes en el pueblo de donde exportaban el café que elaboraban en sus haciendas. Castañer Hermanos, G. Bernat & Cía., Solivellas & Cía. y Antonio Mattei Lluveras eran hacendados-comerciantes: importaban provisiones y mercaderías; compraban, producían, elaboraban y exportaban café, y refaccionaban a otros productores. [Ver apéndice sobre G. Llinás & Cía.]

Algunos pulperos con capital o crédito se expandieron verticalmente adquiriendo tierras por deudas refaccionarias o por compra directa. Allí sembraron café e instalaron maquinaria, pasando a ser hacendados; así sucedió con Castañer Hermanos, G. Bernat y Cía. y Domingo Mariani [Buitrago Ortiz, 1976, p.96; Díaz Hernández, 1983, p.18]. Los dueños de haciendas grandes y aisladas, lo más común en los barrios de mayor altura, eran a la vez pulperos, pues sus tiendas de raya servían a comunidades de decenas de familas arrimadas. Además de eso, en la hacienda hubo expansión horizontal (a otros negocios), abarcando actividades tales como la producción de carbón, corte y aserrado de maderas y producción de alimento para la tienda de raya y los trabajadores.

En el último cuarto del siglo 19 en las ciudades de Ponce, Mayagüez, Yauco, Lares, Arecibo y Aguadilla proliferaron las firmas dedicadas a la expor-tación de café, atraídas por las grandes ganancias que se estaban produciendo en ese ramo. Prácticamente todas estas firmas dedicadas al comercio con Europa, Cuba y Estados Unidos eran propiedad de mallorquines, catalanes, franceses o alemanes; ninguna de las que hemos podido conocer, fue propiedad de criollos. Algunas de esas firmas existían desde antes del auge cafetalero, dedicadas mayormente a la exportación de azúcar. Algunas de éstas provenían de la isla de San Tomás, fuente de la mayor parte de su capital inicial [Baralt, 1988a, pp.12-13].

El sector exportador parece haber sido siempre el más sólido de la industria y no parece haber estado muy interesado en integrar otras fases de ésta excepto por la refacción, la cual era indispensable para poder adquirir café y vender provisiones a los hacendados y comerciantes cafetaleros. Los exportadores preferían expandirse horizontalmente a otros negocios relacionados, tales como: la importación de víveres, mercaderías, maquinaria de haciendas, materiales de construcción y productos europeos y mallorquines; la representación de líneas de vapores y casas de seguros; venta de giros internacionales, y la exportación de otros productos del país. [Ver los anuncios incluídos en Ballesteros Muñoz, c.1892 y en Blanch, 1894.] Eso les permitía tener capital en el extranjero y sacar partido a los cambios de divisas [Baralt, 1988a, p.83], protejerse contra unas fluctuaciones de precios que conocían mejor que nadie, y tener un negocio que produjera todo el año en vez de por temporada. Los exportadores que eran a la vez productores habían sido productores antes de entrar al negocio de exportación.

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