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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Milton

Milton

Desde que entré a la Universidad, allá para el 1963 he estado escuchando la Leyenda del «eterno estudiante de la IUPI». Esta es quizás una de las leyendas más conocidas, acerca de Milton, quien aparentemente ha sido el estudiante que más tiempo ha estudiado en el recinto.

La existencia de este personaje siempre ha estado en debate, unos dicen que sí existió, incluso Cheliany Fernández, quien nos narra esta leyenda, afirma que pudo dialogar con personas que dicen haberlo conocido y tener fotos del mismo, como «Milton sentado en el banquito», la que ilustra esta publicación.

Fernández nos dice que entrevistó al Director del Departamento de Historia, Dr. Luis Agrait, quien le dijo que Milton fue un personaje inventado por los estudiantes de filosofía. «En los baños comenzaron a aparecer graffitis, cada vez más complejos, en donde se probaba la existencia o la inexistencia de Milton».

Al leerse eran pruebas que seducían a la existencia o la inexistencia de Dios. Algunos graffitis eran muy conceptuosos, prueba de que Milton no existía, como por ejemplo: «Milton no estuvo en el arca de Noé» comentó Agrait.

¿Qué de cierto hay en la Leyenda? En el hospedaje de doña Cheva, en la Calle Humacao, estudiantes aseguraban haberlo visto camino a la biblioteca. Otros aseguraban que tarde en la noche rondaba por el recinto velando a los malandrines que intentaban con sus travesuras dañar la propiedad. El Ché Pérez juraba que una noche, luego de un tenaz aguacero se sentó junto a él en uno de los bancos frente al Teatro del centro docente y le declamó algunos de sus poemas.

Aún hoy día, son pocos los atrevidos que se arriesgan a pasearse por el Campus luego de las 12 de la medianoche.

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2 comments

  • Hola, soy Maggie Rodríguez y estudié en la IUPI en la década de los 80. Soy testigo ocular y presencial de la existencia de Milton. En esa época ya se sabía que llevaba muchos años en el recinto. Era ameno, jovial y conversador. Trabajaba en la biblioteca Lázaro pero nunca supimos dónde vivía ni a qué hora llegaba ni a qué hora se iba.

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