Lionel Valentín
Publicación autorizada por Lionel Valentín Calderón, artista, escritor y Siervo del Señor.
Peñuelas – como muchos otros pueblos – cuenta con interesantes leyendas que han ido pasando de generación en generación. Entre las leyendas peñolanas está la del Santo Cristo de la Salud. La efigie de este Santo está tallada en madera del tronco enterizo de un árbol de chino, modesta e inspiradora obra de arte, cuyo autor, según hemos oído decir, es oriundo de San Germán, donde labró la figura del Santo. Esta obra tiene ya más de cien años y aún puede verse en la iglesia del pueblo.
Dice la tradición oral del pueblo que el traslado de la imagen desde San Germán a Peñuelas fue una verdadera odisea, por lo largo y difícil del camino, por los muchos pasos de ríos y por las lluvias que acompañaron a los hombres que cargaron a hombros la imagen. El recibimiento que se le hizo en Peñuelas constituyó una espléndida ceremonia religiosa en la que tomaron parte todos los barrios del pueblo. Huelga decir que en torno a este fausta acontecimiento se tejió una multitud de misteriosos relatos que no nos parece propio reseñar aquí porque ninguno de ellos pudo ser comprobado.
Peñuelas fue sacudida en 1867 por el más largo y violento temblor de tierra de su historia. Dícese que ese terrible sismo fue la culminación de una onda de temblores que acaeció en la isla, cuyo número, según apuntan algunos historiadores, llegó a cuarenta. La marejada que ese espantoso fenómeno produjo en la playa de Tallaboa fue enorme y las aguas del mar llegaron hasta el punto de amenazar con pasar por encima de todo el poblado. Prosigue el relato señalando que al rodear las aguas la casa de don Francisco Subirá Ramírez– situada en la Hacienda Julia del referido barrio de Tallaboa – este señor, arrodillado frente a un cuadro del Cristo y rodeado por muchos de sus vecinos, elevó una plegaria y al implorar clemencia al Señor prometió, si salían vivos, celebrar una procesión de penitencia a la que habían de acompañarle los amenazados habitantes de la región.
Terminada la plegaria, el señor Subirá y sus acompañantes sintiéronse muy sorprendidos cuando se percataron de que las embravecidas olas del mar ya no tocaban la casa, sino que en cambio, retrocedían mansamente hacia su cuna natural. Otra leyenda cuenta que los hombres iban con la imagen del Cristo orando y a la vez que rezaban y pedían clemencia al Señor, las aguas iban retrocediento según se acercaban con la Imagen. De todos modos, fuere como fuere, el hecho real es que las aguas no llegaron a hacer el daño que se esperaba. La promesa se cumplió cabalmente. Una inmensa muchedumbre salió desde la iglesia del pueblo y con el Cristo a hombros – unos a pie y otros de rodillas – se dirigieron todos hasta el sitio mismo en que se había manifestado el milagro. De aquí nace la costumbre de hacer las procesiones todos los años en honor al Santo Cristo de la Salud.
También parte de este hermoso acto cristiano la bella tradición peñolana, nacida en aquella época, que consiste en dedicar las fiestas patronales del pueblo al Santo Cristo de la Salud en lugar de a San José – que es el Santo Patrón del pueblo – al que se conoce, desde entonces, como el “Titular de la parroquia”.
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