La precaria victoria de la Alianza produce inmediatamente lo que producen todos los resultados electorales adversos o precarios: las recriminaciones, el pedido de cabezas, las desastrosas luchas internas. La insistencia mayor ahora apunta hacia una reorganización de la Alianza que provea un presidente central que aglutine las dos colectividades que la integran, el cual sustituya a los dos copresidentes nominales – Barceló y Tous Soto –, cuyas funciones diluidas tienen el efecto de mantener acéfalos a los dos partidos. Las recriminaciones y pugnas que siguen a la elección incluso dejan de lado un nuevo intento del presidente del Senado, quien presenta una resolución demandando del Congreso la autorización a los puertorriqueños para elegir su gobernador. Otra vez la pasajera lucha por el poder ahoga la voz que demanda adelantos políticos para la Isla. En julio de 1929 el liderato de la Alianza decide celebrar una asamblea extraordinaria en agosto siguiente para tratar tres asuntos específicos: revisar y definir diáfanamente los principios de la Alianza, reorganizar el directorio, o formar un único partido. Esta simple agenda es convertida en complicada excusa para sacar a flote un serio feudo latente entre Barceló y Tous Soto. El primero postula que la asamblea debe ser soberana y permitir la discusión de todos los asuntos que se planteen en la misma. El segundo insiste en que debe seguir el formato de una extraordinaria, en la que sólo se discutan los asuntos que la convocan. ¿Qué puebla la mente de Barceló? Vamos a ver.
Ante las discrepancias con Tous Soto, Barceló opta por citar al directorio de los unionistas a reunión separada. El principal acuerdo de la reunión es citar otra sesión en la que participen los integrantes de la vieja junta central unionista y los miembros unionistas de la Alianza. Éstos se reúnen el 24 de agosto de 1929 en el teatro municipal de San Juan. Declarada la asamblea soberana para discutir todos los asuntos que se planteen desde el floor, se aprueba una resolución presentada por Barceló declarando rota la Alianza entre unionistas y republicanos. La votación es de 155 a favor y 10 en contra. Resurge el Partido Unión de Puerto Rico. La tónica de la asamblea es altamente independentista, al extremo de que Bolívar Pagán describe los discursos que en ella se ofrecen como un acto de «pirotécnica patriótica». La asamblea aprueba una declaración de principios parecida a la de 1904 pero inserta en la misma la idea del plebiscito como proceso definitorio del status político de la Isla. Dice la declaración que «el Pueblo de Puerto Rico es, y de derecho debe ser, libre y soberano, y que aspira a obtener su libertad y soberanía dentro de una perfecta compenetración de afectos e intereses con el pueblo de Estados Unidos, bien como un Estado de la Unión Americana o como una República independiente, mediante expresión, en cualquier caso, de la voluntad puertorriqueña, por medio de un plebiscito. Y en tanto se resuelve nuestro status final, la Unión trabajará por la más amplia reforma del régimen colonial actual, que nos permita la más completa intervención en todos nuestros asuntos de orden interno».
Se aprueba en la asamblea un programa social y económico que incluye, como lo demandan entonces los sectores de avanzada, buscar soluciones a los problemas del agro y acabar con el latifundio y el absentismo. Barceló es elegido presidente de los «nuevos» unionistas y Juan Hernández López, vicepresidente. En una reunión posterior a la asamblea, la primera decisión que toma la junta central unionista es la expulsión del partido del comisionado residente Córdova Dávila, de Arsenio Martínez, Jesús Benítez Castaño y Jenaro Cautiño, quienes se han expresado en contra del rompimiento de la Alianza. Dos años más tarde, en junio de 1931, los unionistas efectúan otra asamblea, en la que echan de lado cualquier ambivalencia o confusión respecto a su finalidad en cuanto a status y optan por la independencia sin condiciones. Afirman que su ideal supremo, «como el de todos los pueblos dignos a través de la historia, es la fundación de una patria libre y dueña de su soberanía. Dentro de esta finalidad, la Unión de Puerto Rico proclama la constitución de Puerto Rico como una república independiente».
Seriamente menguada con la partida del grueso de los unionistas, la Alianza celebra asamblea en agosto de 1929 bajo la presidencia provisional de Córdova Dávila y con la activa participación de Tous Soto. La asamblea insiste en la existencia de la Alianza Puertorriqueña de los Partidos Unión de Puerto Rico y Republicano Puertorriqueño. Luego de condenar la acción de Barceló, se aprueba un nuevo programa social y económico, y en materia de status político se exige que el Congreso permita a los puertorriqueños votar por su opción favorita. En este sentido se aprueba una declaración de principios que señala que corresponde al pueblo de Puerto Rico determinar la solución que prefiera, y al Congreso de Estados Unidos sancionar lo que decida libremente el pueblo, y que la Alianza, por lo tanto, «no puede ni quiere arrogarse la decisión final de esta cuestión trascendental, que afecta a toda la comunidad puertorriqueña. Lo procedente es que el Congreso someta estas soluciones al electorado de Puerto Rico, para que éste opte por cualquiera de ellas». Para esta época, escenario de una seria crisis económica y política en la Isla, llega un nuevo gobernador: Theodore Roosevelt hijo, quien se convierte en uno de los mejores gobernadores enviados a Puerto Rico por el presidente de Estados Unidos. Rafael Cuevas Zequeira es elegido presidente de la desmembrada Alianza. Al mes siguiente la colectividad recibe notificación oficial de sus antiguos compañeros de luchas: el «nuevo» Partido Unionista la declara su adversario y le avisa que «la combatirá por todos los medios». No obstante, garantizan los unionistas que respetarán su acuerdo legislativo de aprobar el programa de la Alianza como si ésta siguiera intacta. Pero más adelante varios legisladores aliancistas y coalicionistas se constituyen en un llamado «Grupo de Buen Gobierno» que se encarga de la reorganización de las Cámaras y de las relaciones de éstas con el gobernador. Reunida la nueva sesión ordinaria de la Legislatura en febrero de 1930, Barceló y Tous Soto – contra quienes se dirigen los más fuertes dardos del grupo – presentan sus renuncias como presidentes de los Cuerpos legislativos. Luis Sánchez Morales (aliancista) es elevado a la presidencia del Senado y Rossy (republicano puro) a la de la Cámara. En medio de todo este bullicioso escenario político, importantes líderes de la Alianza, de la Unión y del Partido Socialista se involucran en abiertas o solapadas gestiones para hacer nuevos entendidos electorales.

Antonio Quiñones Calderón
Antonio Quiñones Calderón, periodista e historiador, ha ejercido el periodismo por más de seis décadas y es autor de una treintena de libros sobre asuntos de política y gobierno, incluido Historia Política de Puerto Rico, por el que recibió en 2003 el Primer Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña.
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