
Separatismo y Nacionalismo: continuidad y discontinuidad
Mario R. Cancel -El Separatismo en su expresión Confederacionista e Independentista, puede sintetizarse en dos etapas bien definidas. La primera correspondería al periodo de 1808-1825 e incluyó la Guerra de Independencia de Hispanoamérica en el contexto del Ciclo Revolucionario Atlántico. Aquel complejo proceso fue el que estimuló el desarrollo del mito del Sueño inconcluso de Bolívar. La lógica del mismo era que la Unidad Ibero-Americana no estaba completa y que faltaba liberar las Antillas Españolas. Ibero-América era considerada responsable del futuro de la Islas. A las consideraciones simbólicas, se unían otras de índole diplomática y geopolítica.
La segunda correspondía al periodo del 1865-1898 que denominaré el Ciclo Revolucionario Antillano. El proceso empezó con la Restauración de la Independencia Dominicana (1865) después de 3 años de combates contra las tropas españolas iniciados con el Grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863. Tiene un largo tránsito de violencia tras el estallido del Grito de Yara el 10 de octubre de 1868, que fue la chispa de la Guerra de los 10 Años de Cuba. El intermezzo abierto por la Paz de Zanjón de 1878 que actúa como un cese al fuego temporal se quiebra con la actitud de lo más radicales en la Guerra Chiquita (1879-1880). Y culmina con los combates que siguen al Grito de Baire del 24 de febrero de 1895 y que continúan hasta la invasión de 1898.
Se trata de un ciclo lleno de contradicciones en que los mayores esfuerzos bélicos se desarrollaron en Cuba. De hecho, Cuba no alcanzó la Independencia como producto de aquellas largas guerras sino como producto de una negociación con las autoridades de Estados Unidos el 20 de mayo de 1902 siendo su presidente Tomás Estrada Palma, el colaborador anexionista de José Martí.
La configuración del Nacionalismo dentro del Separatismo durante el siglo 19, estuvo mediada por el contencioso con un Anexionismo militante y poderoso, y por el hecho de que el enemigo contra el cual se luchaba era España. Las condiciones del Otro fueron cruciales en la arquitectura ideológica de la propuesta. El Nacionalismo del siglo 19 y el del siglo 20 se pueden distinguir sobre esa base sin mucha dificultad.
El Nacionalismo en el Separatismo, el Confederacionismo y el Independentismo en el siglo 19
Por el contexto en que se desenvuelve, el Nacionalismo decimonónico se define como un sentimiento Anti-Español: el hecho de que el Otro sea España es determinante en ese sentido. Dado que la definición del Yo se elaboraba sobre la base de ese contencioso, ser Puertorriqueño tenía unos contenidos distintos a los que tuvo hacia la década de 1930, por ejemplo.
Otro rasgo distintivo es que, a pesar de las sospechas que despierta en numerosos líderes el poder del capital americano, aquel Nacionalismo no desembocó en una actitud Antisajona, no se valió de argumentaciones en torno al Choque de Civilizaciones ni de la Superioridad hipotética de una Civilización ante otra. Por el contrario, para un segmento significativo del liderato y bajo circunstancias particulares, Inglaterra podía actuar como un aliado confiable. Ese fue el caso de la conspiración del Gran Club de Borinquen articulada en 1866 por el militar Andrés Vizcarrondo (1804-1897). Incluso el temido Estados Unidos amparó en ocasiones a elementos considerados peligrosos por las autoridades españolas. La forma en que aquel Nacionalismo enfrentó el mundo sajón, se estructuró sobre la base de la utilidad de la relación y de un profundo conocimiento del balance geopolítico internacional. El papel de las pasiones culturales fue, desde mi punto de vista, secundario, al menos hasta la coyuntura de 1898.
El otro elemento característico es que la meta primordial de aquel Nacionalismo era mantener la unidad en la lucha contra España. Para ello tuvieron que recurrir a lenguajes que hoy resultarían altamente cuestionables. La tendencia a ponerle sordina a los conflictos dentro de la clase criolla, documentado desde la obra histórica de Iñigo Abbad y Lasierra de 1788, justifican la concepción de aquella propuesta como una socialmente conservadora. La intención era, como la del Nacionalismo del siglo 20, invisibilizar la lucha de clases y la lucha de raza hasta donde fuese posible a fin de no lastimar el proyecto de la Nación. La metáfora que mejor resume esa idea de la Nación es la de la Gran Familia. Se trata de un artefacto que sugiere un equilibrio o una armonía utópica en nombre del bien común.
Lo cierto es que, durante la fase del 1808-1825, la etapa de la Guerra de Independencia de Hispanoamérica, el Nacionalismo entonces incipiente, separó el Problema Social del Problema Político siguiendo el modelo de las 13 Colonias en 1776. Las Repúblicas no abolieron la esclavitud, sino después de bastante resistencia y esfuerzo. Dos de los casos más significativos para Puerto Rico, –Colombia y Venezuela la abolieron en 1850 y en 1854 respectivamente. Me parece que el logro de líderes como Ramón E. Betances (1827-1898) y Segundo Ruiz Belvis (1829-1867) es que fueron capaces de unir los dos proyectos en uno tan temprano como en los años 1857 y 1858 en el seno de una ciudad esclavista: Mayagüez. Ello no significó que todo el Nacionalismo puertorriqueño tomase la misma decisión. La Insurrección de Lares no abolió la esclavitud en ningún momento: solo garantizó la libertad a todos los esclavos que tomaran las armas a favor de la rebelión.
Durante la fase de 1865-1898, es decir, durante el Ciclo Revolucionario Antillano, el Nacionalismo adoptó una función propiamente Revolucionaria. Había que justificar, legitimar y documentar la separación de España. Pensar la Federación o la Confederación, refinar el discurso anti Anexionista, teorizar la oposición al autoritarismo español con argumentos modernizadores, teorizar la abolición de la esclavitud, fue labor de intelectuales de una sólida formación europea y, en lo fundamental, afrancesados. Ese fue el caso, de Betances quien entre 1874-1898 vive en Paris. En gran medida también fue el de Ruiz Belvis quien vive la política como lo haría un demócrata radical, un republicano o incluso un jacobino. En menor grado es la misma condición de Vizcarrondo, un militar de carrera, un estratega y un diplomático reconocido como tal en su tiempo
Por último, el Nacionalismo del siglo 19 fue una ideología anticlerical a la manera del 1791 francés. En general, asociaba la Iglesia Católica con la Monarquía Española autoritaria, de la cual era un aliado y un protegido. El Nacionalismo de esa estirpe se comporta como un Movimiento del Tercer Estado, del Pueblo, de una Clase Media en ascenso, conceptos todos que daban la medida del lenguaje maduro de la Revolución Burguesa posteriormente teorizada por Carlos Marx.
La alteridad y la heterodoxia fueron inseparables de aquellos proyectos ideológicos. Aquel Nacionalismo estuvo influido por sistemas alternativos de pensamiento de los cuales la Francmasonería, es el más conocido. Con el avance del siglo al mismo se unieron la Teosofía, la Antroposofía, el Rosacrucismo, el Espiritismo y el Libre Pensamiento en general. El connubio del Nacionalismo del siglo 20 con el Catolicismo, era impensable en el contexto del siglo 19.

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