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Un espiritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el momento de la resurrección del pasado, de la afirmación del presente y la esperanza del futuro. Esto es parte de ello.
Sir Francis Drake ataca San Juan

Sir Francis Drake ataca San Juan

Enrique T. Blanco -Cinco años después de su llegada a Plymouth, rota ya las hostilidades entre Inglaterra y España, el 15 de septiembre de 1585, partía de nuevo al frente de 25 buques y 2,300 hombres entre soldados y marineros, a una expedición a las Indias Occidentales, y ahora sí que podemos llamarle corsario. Hizo algunas presas en las costas de Galicia; saqueó la ciudad de Vigo y la Isla de Santiago en el Archipiélago de Cabo Verde; atacó a Cartagena de Indias y se apoderó de Santo Domingo, cuyo rescate costó 25,000 pesos (o ducados, según otros); asoló los establecimientos españoles de la Florida, particularmente a San Agustín, y regresó con un botín de 600,000 libras esterlinas.

En 1587 se metió en el puerto de Cádiz (19 de abril) con treinta navíos y destrozó un centenar de embarcaciones que estaban ancladas, singeing the King of Spain’s beard, como solía decir; asoló las costas del Cabo de San Vicente, llegando hasta Lisboa; hizo rumbo a las Azores y apresó un transporte portugués procedente de las Indias, cuyo cargamento estaba valorado en dos millones, y al siguiente año, nombrado vicealmirante, mandó una de las divisiones de la flota inglesa que se opuso al ataque de la Armada Invencible.

En 1589 partió de Plymouth con una escuadra de ochenta velas y once mil hombres de desembarco al mando del General Norrey, atacando La Coruña y desembarcando en Lisboa; pero esta vez el Auxilio Divino no le favoreció, y fue él el que salió con la barba chamuscada.

Hemos llegado a la última expedición de Drake, que como la primera que hizo a América, la realizó con su pariente y maestro, John Hawkins, partiendo de Inglaterra en septiembre de 1595, para no volver jamás. La flota se componía de 26 navíos con 1,500 marineros y 3,000 hombres de desembarco (que otros reducen a 2,500), y después de haber sido rechazado en Las Canarias, llegó a la Isla Dominica el 8 de noviembre.

Este mismo día, la escuadra española al mando de D. Pedro Tello de Guzmán, perseguía a la altura de la Isla de Guadalupe dos de las naves de Drake que se habían apartado del resto de la flota, apresando una de ellas, llamada The Francis, el almirante don Gonzalo Méndez de Cauzo, y abandonando Tello la persecución de la otra, por haber visto la escuadra enemiga, logró escapar e incorporarse a su armada.

La escuadra española compuesta de las fragatas Tejeda, Santa Isabel, Magdalena, Santa Clara y otra cuyo nombre no se menciona, continuó su viaje a Puerto Rico, llegando a la bahía de San Juan el día 13 de noviembre, a donde venía con la misión de transportar a España dos millones de oro y plata, que por arribada forzosa había traído de Tierra Firme el General don Sancho Pardo y Osorio y se hallaban guardados en la Real Fortaleza desde el mes de abril.

Tello comunicó al Gobernador Pedro Juárez su encuentro con Drake y de común acuerdo, en consejo con los demás jefes y oficiales, resolvieron desembarcar gran parte de la dotación de las fragatas y del armamento para defender la plaza que contaba con 70 cañones, reuniéndose entre la gente de tierra y la que desembarcó, unos 1,300 hombres, quedando en las fragatas otros 300, aunque solo había 700 de pelea y 50 de a caballo con lanzas y adargas.

La gente se repartió de la manera siguiente:
En la caleta del Morrillo, el Capitán Pedro de Guía, del hábito de San Juan, con 150 soldados y 3 cañones; en la caleta del Escambrón, Alonso de Vargas, con 100 soldados y 2 cañones; en el puente y Boquerón, Pedro Vázquez, alférez real, con 150 soldados y un navío, contando con 10 cañones; en la boca del Rio Bayamón, el Capitán Ortega, con 50 soldados y 2 cañones, y en las fragatas, don Pedro Tello con 300 hombres. El resto de la gente se destinó al Morro, con 27 cañones y 5 en su plataforma; al Fuerte de Santa Elena, con 4 (ambos bajo las órdenes del Almirante Gonzalo Méndez de Cauzo); a la caleta de los Frailes, junto a la Fortaleza, con 3 cañones; a la de Santa Catalina con 6; al Tejar, con 9; a cargo del Capitán Marco Antonio Becerra, la que se situó en la Plaza de Armas, para que con la caballería, que tomó a su mando el gobernador, acudir a los sitios que más necesidad tuvieran de socorro, y asumió el mando de todas las fuerzas el General Sancho Pardo y Osorio.

Desde el día 15 de noviembre, se tenía noticia en Puerto Rico que la flota de Drake había sido rechazada en Canarias y que se encontraba ahora en la Isla de San Martín, cuando el 22 dejaba ver sus velas frente a la ciudad de San Juan.

El fuego de nuestras baterías no se hizo esperar y aquella misma tarde al sentarse a la mesa Sir Nicholas Clifford y los capitanes Brown y Strafford, cayeron heridos mortalmente, destrozando la bala el taburete que ocupaba Drake, en el momento que bebía un jarro de cerveza. La armada se puso fuera del alcance de los cañones de la plaza, estuvo navegando toda la noche de un lado a otro sin disparar un solo tiro y al siguiente día (jueves, 23 de noviembre), a las 8 de la mañana, fue a surgir al socaire de la Isla de Cabras.

Dos lanchas practicaron sondeos en la playa, desde Punta Salinas a Palo Seco, llegando hasta una estacada que cerraba el canalizo o cañuelo que hay entre la desembocadura del Rio Bayamón y la Isla de Cabras, donde hoy se ve el Fuerte del Canuelo, cuyo nombre tomó por ser la defensa de ese paso, y temiéndose que el enemigo pudiera romper dicha estacada para entrar en la bahía, se le ordenó al Capitán Agustín Landecho, que se trasladara aquella misma tarde con 30 soldados a defender el paso, y que por la noche se le agregara el veedor de la capitana de Tierra Firme, Romero de Caamaño, con 50 hombres más. A las 10 de la noche, pasando bajo el fuego de los cañones de la plataforma del Morro y del Fuerte de Santa Elena, se metió el enemigo en el puerto con 25 lanchas al mando de Sir Thomas Baskerville, tripuladas por 50 o 60 hombres cada una, y atacando la fragata Tejeda, que era la capitana de la flota de Tello, le prendieron fuego por la proa, haciendo lo mismo con las otras, mas, pudieron sofocarlo y solo se quemó la fragata Magdalena, del Capitán Juan Flores de Rabanal, aunque el verdadero capitán era Pedro de Guía, que estaba prestando servicio en tierra, como queda referido.

Durante una hora no cesó el fuego de artillería y mosquetería. El combate en ambos lados fue obstinado y sangriento –dice un escritor inglés– muriendo 400 ingleses, sin contar los heridos y las bajas de los españoles se estimaron en 40 muertos y algunos heridos, regresando a la flota inglesa Sir Thomas Baskerville, solo quince o dieciséis de las veinticinco con que entró en el puerto.

Refiere Lope Sánchez, contramaestre de la fragata Magdalena, que con 4 marineros quedaron prisioneros de los ingleses, que Drake se tiraba de las barbas por no haberse apoderado de los dos millones de oro y plata, al saber la poca gente que había en las fragatas y en la plaza, y se quejaba de que Juan Aquines (John Hawkins) no hubiera querido perseguir la escuadra española, luego que supo la captura de la nave The Francis. Lope Sánchez confirmó la muerte de John Hawkins frente a la ciudad de San Juan, que según unos, murió de aquel balazo que sorprendió a Drake saboreando un jarro de cerveza, y según otros, de pesadumbre y mortificación por ver fracasado su intento de apoderarse de los dos millones, objeto de la expedición.

El 24, temiéndose un desembarco, el gobernador y su gente se apostaron en el Tejar; al Capitán Guía se le trasladó a la caleta de Santa Catalina y al veedor Martin Romero de Caamaño se le destinó a la caleta de los Frailes, junto a la Fortaleza. El canal se cerró echando a pique un navío de Pedro Sedeño, otro de Juan Díaz de Santana y la fragata Tejeda; pero el día transcurrió sin más novedad que un paseo que dio la flota enemiga a barlovento, para surgir de nuevo por la tarde entre el Morro y la Isla de Cabras.

Al siguiente día por la mañana, siete u ocho lanchas reconocieron el puerto y toda la costa hasta el Boquerón. La carabela que al mando de Francisco González se había enviado 8 días antes a descubrir al enemigo, estaba a la vista, y oportunamente avisada desde el Boquerón, cambio de rumbo, burlando la persecución de las lanchas enemigas que la siguieron hasta la playa de Cangrejos, donde la embarrancó su capitán.

Al amanecer del domingo 26 de noviembre, la flota había desaparecido, y según se supo luego, arribó a las costas de San Germán para hacer carne, agua y leña, donde echó a tierra a Lope Sánchez (portador de una carta de Drake para el Gobernador Pedro Juárez) y a sus cuatro compañeros, que llegaron a San Juan el 11 de diciembre.

He aquí la carta:
Entendiendo ser V. SSª caballero principal y soldado, escribo esta breve carta dando a entender como siempre en todas las ocasiones que se me han ofrecido con la nación española lo he tratado con mucha honra y clemencia, dando libertad a sus personas no a pocos, más a muchos, ansi que al tiempo que nuestra gente puso fuego a las fragatas, se salvaron ciertos españoles en la furia del fuego, no haciéndoles agravio después de vencidos sino muy buena guerra.

Por ellos he sabido como la capitana de don Pedro Tello prendió un navichuelo de nuestra armada adonde había veinticinco ingleses o más, haciendo con ellos buen tratamiento y guerra limpia, quedo en el propio ser que solía, mas habiendo otra cosa, forzosamente haré lo que jamás en mí cupo; mas como hay en esa ciudad soldados y caballeros no dudo del buen suceso de nuestra gente dándoles libertad por virtud de buena guerra, lo cual espero y ansiaré lo propio, en todo quedo al servicio de V. SSª salvo la causa que hay de por medio. De la capitana de la Sacra Majestad de la Reina de Inglaterra, mi Señora, a 23 de noviembre de 1595, estilo de Inglaterra. –Francis Drake.

Drake, al apartarse de Puerto Rico el 3 de diciembre, hizo rumbo al SO, saqueando e incendiando a Santa Marta en la costa de Colombia y a Nombre de Dios en Panamá, y navegando hacia Portobelo (también en Panamá), falleció de un flujo de sangre el 7 de febrero de 1596. Su cadáver fue arrojado al mar, en medio de la bahía de Portobelo.

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