
UPR, primavera 2010: Huelga como cátedra en la calle
Mario R. Cancel-Sepúlveda -Días previos a la ratificación de la huelga, un estudiante trasvestido –en ingeniosa y cándida gestión para evadir al oficial de la corte que lo buscaba para emplazarlo—sugirió que l@s profesor@s podíamos colaborar a través de diálogos en los portones sobre nuestras áreas de especialidad. De inmediato, mareada por el arrojo del estudiante y ávida por identificar cómo podía ser más útil, asumí la coordinación de la iniciativa “Cátedras en la calle.”
Propuse la idea en la primera asamblea del claustro convocada por la APRUM y, enseguida levanté una lista de más de sesenta colegas voluntari@s. El resto fue entusiasmo y sorpresa. L@s profesores que impartimos cátedras en diversos portones, nos percatamos de inmediato que l@s estudiantes de aquel movimiento, de aquel happening, éramos nosotr@s.
Mi primera cátedra fue sobre las consignas del 68. El objetivo era relacionar aquella primavera con la nuestra y, de paso, elaborar pancartas en cortinas de baño para evocar aquellas ideas y su inspiración. La Vita fue mi primera parada, Biología la segunda. En ambos casos aprendí mucho más de lo que pensé enseñaría. La trasvestida fui yo, pero más allá de mis ropas la huelga me trocó las utopías que hasta entonces urdía en mi mente y en mi práctica para la universidad.
Aprendí otras formas de convivencia entre la comunidad universitaria. Estas eran horizontales, flexibles y libres. Aprendí el balance entre la espontaneidad y el rigor. Aprendí que la toma de decisiones participativas nos comprometía a tod@s en cada momento y no había pasos sin compañía. Aprendí que la mejor universidad que había conocido hasta entonces se estaba construyendo bajo aquellos toldos frágiles ante cada aguacero de mayo que caía puntual sobre l@s muchach@s. Aprendí sobre una solidaridad básica que no había vivido en Puerto Rico y sobre una generosidad joven que no escatimó en dormir al terrazo para que tant@s estudiantes pudieran vivir otra universidad. La huelga fue una cátedra en la calle para tod@s los que, al menos, nos atrevimos a asomarnos sin ínfulas ni libretos previos. La huelga fue una cátedra para esta profesora que ya no puede ser la misma.
No había vivido una huelga universitaria con estos perfiles. Ocupar la universidad, apostarse en los portones que marcaban sus linderos y su acceso, adueñarse del bien público como debe ser, fue solo parte de lo que ocurrió. Portones afuera la mayoría de l@s profesor@s que apoyamos la huelga tratamos de estar a la altura de las circunstancias. Cada día se presentaba un reto a nuestra historia, a nuestros conocimientos, a nuestra voluntad.
La huelga nos resignificó. Nos convertimos en l@s portoner@s. Nuestra sala de clase perdió sus paredes y sus objetos de estudio cerrados. Nosotr@s perdimos nuestras metodologías trasnochadas y nuestra zona cómoda.
Nos empezamos a convocar autónomamente, al margen de organismos establecidos, pero en franca colaboración. De lo que se trataba era de apoyar la huelga de l@s estudiantes. Nuestras agendas se estacionaron y, un@s cuant@s, se retiraron con sus lamentos individuales. Reconozco mi desconcierto entonces. No sabía cómo ser una profesora portonera. Estaba acostumbrada a otras formas y contenidos. Pero fui aprendiendo, como otr@s, sobre la marcha…
Ser portonera supuso ser testigo de un@s estudiantes que iban a todas en contra de todo pronóstico. Ser portonera supuso ser colega de otro modo. Suspirar a ratos y guardar silencio para no arruinar el desparpajo de est@s muchach@s que no sabíamos de dónde habían salido. Ser portonera supuso alimentar otras utopías y reconocer que la huelga le había enseñado a la universidad y al país cómo se tejen los hilos tras bastidores y cómo se combaten los tinglados del poder. Ser portonera es un proceso que aún vivo y que me reta a no olvidar la primavera de 2010.
Larga noche después de la huelga
Cada noche de esos días luminosos, escribí una fábula que dedicaba a es@s muchach@s que dormían en casetas de campaña cuando dormían. Debo confesar que sólo así podía conciliar el sueño. Titulé ese fabulario: Fábulas en huelga y se lo dediqué a ell@s y a mi perro. Esperaba que cuando pasaran esas noches de la huelga podríamos celebrar las fábulas.
Pero desde el mismo 21 de junio de 2010 por la tarde comenzó la larga noche de la universidad. Ese día se bajó por descargue en la incompetente Legislatura de Puerto Rico el proyecto que aumentaba el número de síndicos cínicos. Poco después se aprobó en dicho organismo el jaque mate de la democracia participativa al decretar que las votaciones serían por voto electrónico y en ausencia del debate universitario.
Se han mantenido en el poder universitario la misma presidenta de la Junta de Síndicos y el mismo presidente que de manera tan mediocre y mal intencionada manejaron el conflicto huelgario. Han sido nombrad@s rector@s a capricho político y en clara violación de las recomendaciones de los comités de consulta de los senados académicos. Se han congelado plazas docentes, se han reducido los derechos marginales y los salarios de tod@s. Se han elaborado calendarios académicos en clara venganza y desatino, y se insiste en la aplicación de la cuota de $800 en enero de 2011. Se está violentando cada día nuestra universidad de múltiples modos.
Sin embargo, no prevalecerán… Mientras la huelga de la primavera de 2010 nos recuerde lo que queremos y podemos ser en la universidad, no convencerán. Recuerden, como bien consignó el Popol Vuh: “nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer…”

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